Los tanques de la OTAN llevan a Ucrania al suicidio

La guerra de tanques ha evolucionado. Las grandes batallas acorazadas de fuerza contra fuerza que fueron el sello distintivo de gran parte de la Segunda Guerra Mundial, los conflictos árabe-israelíes, que sirvieron como base de la doctrina operativa tanto para la OTAN como para la Unión Soviética (y que fue implementada en su totalidad por Estados Unidos durante la Operación Tormenta del Desierto en 1991), ha seguido su curso.

Como ocurre con la mayoría de las innovaciones tecnológicas militares, la capacidad de supervivencia de los carros de combate modernos se ha visto superada por la aparición de sistemas defensivos diseñados para superar esas defensas. Si una fuerza militar moderna intentara lanzar un ataque a gran escala dominado por carros de combate contra un oponente de su mismo nivel bien equipado y armado con modernos misiles antitanque, el resultado sería una derrota decisiva para la parte atacante marcada por los humeantes cascos de los carros quemados.

No me malinterpreten: los tanques siguen desempeñando un papel vital en el campo de batalla moderno. Su condición de búnker móvil tiene un valor incalculable en el tipo de conflictos de desgaste que han llegado a definir la fase actual del combate terrestre a gran escala. La velocidad y el blindaje siguen contribuyendo a la supervivencia, y el cañón principal de un tanque sigue siendo una de las armas más mortíferas del campo de batalla moderno.

Pero el tanque moderno funciona mejor como parte de un equipo de armas combinadas, apoyado por infantería (montada y no montada) y abundantes armas de apoyo (artillería y apoyo aéreo cercano). Como parte de un equipo de este tipo, especialmente uno bien entrenado en el arte del combate cuerpo a cuerpo, el tanque sigue siendo un arma de guerra esencial. Sin embargo, si se opera de forma aislada, un tanque no es más que un costoso ataúd móvil.

Mucho se ha hablado de la reciente decisión de la OTAN y sus aliados de suministrar carros de combate occidentales a Ucrania. La política de esta decisión es un tema aparte. Este artículo abordará los aspectos prácticos operativos de esta decisión, es decir, si la capacidad militar de Ucrania ha mejorado con el suministro de estos nuevos sistemas de armas.

Para responder a esta pregunta hay que examinar tres cuestiones básicas: adiestramiento, sostenibilidad logística y empleo operativo.

Se necesitan 22 semanas para entrenar a un tripulante básico de un M1 Abrams norteamericano. Esa formación sólo proporciona al soldado el conjunto de habilidades básicas para ser funcional. La pericia operativa real sólo se consigue tras meses, si no años, de entrenamiento adicional no sólo en el propio sistema, sino empleándolo como parte de un equipo de armas combinadas con un entrenamiento similar. En pocas palabras, ni siquiera una tripulación ucraniana experimentada en el manejo de carros de combate T-72 o T-64 de la era soviética será capaz de pasar inmediatamente a un carro de combate principal de estilo occidental.

En primer lugar, la tripulación de un carro de la era soviética es de tres personas, lo que refleja el hecho de que los carros soviéticos utilizan un mecanismo de carga automática. Los tanques occidentales tienen cuatro tripulantes porque la carga del cañón principal se realiza manualmente. Adaptarse a esta dinámica lleva tiempo y requiere una amplia formación.

La formación es cara. Actualmente la OTAN proporciona a Ucrania tres tipos de carros de combate principales occidentales: el Challenger 2 británico, el Leopard 2 alemán y el M1A2 norteamericano. No existe un curso de adiestramiento unificado: cada carro de combate requiere su propio programa de adiestramiento, que no es directamente transferible a otro sistema.

Los procesos de entrenamiento descentralizados creados por un enfoque tan diverso promueven la ineficacia y generan discrepancias en los resultados: una tripulación no será como otra, lo que en combate, donde se supone que las unidades son intercambiables para promover resultados predecibles si todas las demás circunstancias siguen siendo las mismas, suele ser fatal.

Además, estos problemas se verán agravados por el énfasis que se pondrá en los resultados rápidos. La realidad es que cualesquiera que sean los programas de adiestramiento que desarrollen e impartan los países que proporcionen los carros de combate serán insuficientes para la tarea, lo que dará como resultado tripulaciones mal adiestradas que llevarán sistemas de armas extremadamente complicados al entorno más peligroso del mundo para un carro de combate: los dientes de un ejército ruso diseñado y equipado para matar a esos mismos carros.

Sostenibilidad logística de los carros de combate

Los carros de combate se encuentran entre los sistemas de armas técnicamente más complicados del campo de batalla moderno. Se averían constantemente, sobre todo si no reciben un mantenimiento adecuado. En el caso del M1 Abrams, por cada hora que un tanque pasa en el campo de batalla, se necesitan tres horas de mantenimiento. Este problema se agrava en combate.

Normalmente, una unidad de blindados está equipada con equipos de mantenimiento orgánicos altamente especializados que pueden reparar la mayoría de los problemas menores que pueden dejar fuera de combate a un tanque. Dados los requisitos de formación para producir este nivel de mecánicos de alta calidad, es poco probable que Ucrania cuente con este tipo de apoyo de mantenimiento.

Esto significa que los tanques que se están suministrando a Ucrania tendrán que ser devueltos a las naciones de la OTAN para cualquier reparación significativa de los equipos que resulten dañados por el simple uso o el combate real. En resumen, es muy probable que un carro de combate principal occidental en manos ucranianas se averíe en algún momento durante su uso operativo por parte de Ucrania, lo que significa que el número total de carros disponibles para Ucrania será muy inferior al número de carros proporcionados.

El empleo operativo de los tanques

El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, el general Valerii Zaluzhnyi, declaró a The Economist el mes pasado que necesitaba 300 carros de combate, 500 vehículos de combate de infantería y 500 piezas de artillería, si quería tener alguna posibilidad de derrotar a Rusia.

Tras la reunión del 20 de enero del Grupo de Contacto de Ramstein y las posteriores conversaciones sobre el suministro de carros de combate, la OTAN y sus socios aliados han acordado suministrar menos del 50 por cien de los carros de combate solicitados, menos del 50 por cien de los vehículos de combate de infantería solicitados y menos del 20 por cien de la artillería solicitada.

Además, el calendario de entrega de estos equipos está escalonado de forma incoherente a lo largo de un periodo que se prolonga durante muchos meses y, en algunos casos, se extiende hasta el año siguiente. Esto no sólo complica las cuestiones de adiestramiento y sostenibilidad logística que ya de por sí tienen una inclinación desfavorable para Ucrania, sino que hace prácticamente imposible cualquier esfuerzo significativo para integrar este material en un plan de empleo operativo cohesionado. En resumen, Ucrania se verá obligada a destinar al combate el material proporcionado -especialmente los carros de combate- de forma fragmentaria.

La verdad sobre los carros de combate es que la OTAN y sus naciones aliadas están haciendo a Ucrania más débil, no más fuerte, al proporcionarle sistemas militares excesivamente complicados de manejar, extraordinariamente difíciles de mantener e imposibles de sobrevivir a menos que se empleen de forma contundente con el apoyo de amplios socios de armas combinadas.

La decisión de proporcionar a Ucrania carros de combate occidentales es, literalmente, un pacto suicida, algo que quienes afirman velar por los intereses de Ucrania deberían considerar antes de que sea demasiado tarde.

Scott Ritter https://strategic-culture.org/news/2023/02/04/truth-about-tanks-how-nato-lied-its-way-to-disaster-in-ukraine/

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