‘Los hombres de Putin en el KGB se han apoderado de occidente’

La periodista británica Catherine Belton ha publicado un libro cuyo título lo dice casi todo: “Los hombres de Putin: cómo el KGB recuperó Rusia y luego se apoderó de occidente” (1). Entre las múltiples imbecilidades, la periodista asegura que el magnate ruso Roman Abramovich es el cajero de Putin y que compró el equipo de fútbol del Chelsea por orden del Presidente ruso, a fin de extender su “poder blando” por occidente.

Antiguamente el poder necesitaba cañones y cañoneras para conquistar nuevos territorios; ahora basta con el fútbol. En 2011 otro magnate ruso, Dmitri Rybolovlev, compró el club francés de fútbol AS Mónaco. Invirtió 300 millones de euros, lo subió de la segunda división, gano una liga y disputó eliminatorias de la Champions

El príncipe Alberto de Mónaco se quedó encantado y se hicieron muy amigos, aunque los medios nunca saben cómo tratar estos asuntos exactamente. Como estos multimillonarios están fuera de Rusia, parecen exiliados, opositores a Putin y así los pintan a veces. Cuando alguno de ellos muere, como en el caso de Boris Berezovsky, acusan a Putin de matarlos porque no quiere que nadie le haga sombra. Lo mismo ocurre si el multimillonario es encarcelado en alguno de los “gulags rusos”, como Mijail Jodorkovski, antiguo propietario de la petrolera Yukos.

Otras veces, como en el caso del libro de Belton, a los oligarcas los consideran como tentáculos de Putin, una especie de embajadores plenipotenciarios o testaferros, como Roman Abramovich. Imaginemos: si Abramovich no es más que un testaferro, el que tiene que estar realmente forrado es Putin.

En cualquier caso, los grandes capitalistas rusos, surgidos en tiempos de Yeltsin de la liquidación de la URSS, siempre son sospechosos de algo. A veces se les pinta con la etiqueta de “mafioso ruso”, que jamás se cuelga del pescuezo de ningún otro, ni siquiera cuando están involucrados en tramas como la Gürtel y otras parecidas. A los capitalistas españoles nunca los llaman “mafiosos” aunque estén condenados judicialmente por apoderarse del dinero publico con malversaciones, por evasión de capitales, ni por lavar dinero negro.

Cuando Mijail Fridman se lanzó a comprar la cadena de supermercados Dia, los medios españoles sacaron a relucir sus antecedentes en la CIA o el FBI, e incluso le acusaron de participar en la maniobra de Putin para llevar a Trump a la Casa Blanca (2).

En España la mejor manera de que los medios te libren de la etiqueta de “mafioso” es iniciar una cadena de favores con los oligarcas locales, pero de manera discreta. Es lo que intentó hacer Rybolovlev en Mónaco. Los servicios prestados estuvieron a punto de darle una patente de corso, la nacionalidad monegasca, que impide cualquier clase de extradición. El magnate ruso estuvo primero en Chipre y luego en Suiza, pero su objetivo siempre fue conseguir el pasaporte del Principado.

La nacionalidad monegasca es un privilegio que el Príncipe sólo concede a diez personas cada año. Además de la patente de corso internacional, los monegascos se benefician de desgravaciones fiscales. Por eso el Principado se ha llenado de delincuentes internacionales de cuello blanco, buitres, intermediarios y demás. Lo peor de la escoria capitalista internacional.

Sin embargo, los medios de intoxicación jamás dirán que Mónaco es una cueva de ladrones, o que el Príncipe Alberto protege a los delincuentes de cuello blanco en su feudo. Hay que cargar las tintas contra Rusia y contra Putin.

(1) https://www.larazon.es/internacional/20210728/mpbmxgqbqjgevpfcod6qx6xetm.html
(2) https://www.elconfidencial.com/empresas/2016-12-31/el-magnate-ruso-amigo-de-los-dolset-bajo-el-ojo-del-fbi-y-la-policia-espanola_1310688/

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