Los caminos de la revolución en Italia. De los años 70 en adelante (parte 3)

3. Noviembre de 1970: la formación de las Brigadas Rojas y sus inicios.

Estos inicios fueron la conclusión de un proceso político-ideológico que, tras el encuentro entre el núcleo de estudiantes de Trento y algunas vanguardias de lucha obrera de Milán y de la región de Emilia, había tomado forma en el Colectivo Político Metropolitano de Milán. Era un lugar de encuentro y coordinación interna de las luchas, y al mismo tiempo un organismo que elevaba el nivel del debate, comenzando a trazar las líneas de orientación que llevaron al proyecto de lanzamiento de la lucha armada. Dispondrá de una revista, “Sinistra Proletaria”,  durante el tiempo preciso para decantar la posición política y tener las primeras experiencias. El nivel teórico demostrado es, desde el inicio, elevado; constituye una buena síntesis de comprensión del ciclo de luchas internas y del contexto internacional, de posicionamiento respecto al moderno revisionismo y a las vanguardias reales.

Esta síntesis hacía emerger la necesidad de superar la estrategia de “los dos tiempos” (fase de acumulación de fuerzas a través de la lucha de masas y el electoralismo, continuando con la fase insurreccional), que de hecho se había convertido en uno de los motivos de putrefacción revisionista, pero que engangrena también a la nueva izquierda extraparlamentaria con su incapacidad para extraer las contradicciones por las que precisamente se habían convertido en revisionistas, con su espontaneismo y seguidismo de las luchas de masas. La idea formulada (¡y aplicada!) era la de que era necesario desarrollar una estrategia basada sobre la unidad de lo político-militar. El proceso revolucionario debía, desde el inicio, contener sus elementos constitutivos, prefigurar el camino en sus posibilidades y necesidades, y por tanto indicar claramente, en la práctica, como se podía pasar de las simples luchas inmediatas (por radicales que fueran) a niveles mas altos, para enfocar la cuestión crucial: la lucha por el poder. Y ya había quedado demostrado que nunca se hubiera crecido siguiendo a las masas, acompañando sus movimientos. Se necesitaba instaurar, construir una dialéctica entre estas expresiones fundamentales, y la tendencia revolucionaria, lo que significaba ideología, teoría, programa político, pero también (y especialmente) concretarlo en los medios y en una estrategia de lucha planteados subjetivamente. Y por consiguiente en una Organización, que tuviera como objetivo el Partido Comunista formado en el ejercicio de esta práctica, la unidad de lo político y lo militar, la lucha armada.

Por lo tanto, el proyecto se basaba en la síntesis de tres elementos esenciales:

– un planteamiento de la autonomía proletaria (o de clase) como aportación y análisis concreto de las grandes luchas de masas que se sucedían (y en cuyo interior los camaradas se situaban en tanto que vanguardias reconocidas), sus potenciales y sus límites infranqueables;

– la decisión subjetiva, en tanto que colectivo militante, de formular una línea política, una estrategia para la revolución, aquí, en las metrópolis imperialistas, basándose en los logros históricos del marxismo-leninismo y de la nueva ola internacional (China, Vietnam, Cuba y América Latina). En palabras de los camaradas brasileños, precisamente «hoy la alternativa del poder proletario debe plantearse ya en términos político-militares, dado que la lucha armada es la vía principal de la lucha de clases»;

– y una implantación teórico-ideológica adecuada al nivel expresado por  las contradicciones de clase, al nivel de relación de fuerzas internacional, haciendo la suma de ambos soñar ampliamente sobre la madurez del paso al comunismo, algo profundamente vivo en el interior de los movimientos. Aplicando que «sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario», y también buscando las nuevas aportaciones: «la revolución cultural es tan necesaria como la revolución política».

Para todos aquello que dudaban aún del calado y de la complejidad del proyecto (argumento agitado por tantos oportunistas que lo han denigrado como “una práctica de gesto ejemplar”), debe leerse este párrafo: «Creemos que la acción armada es únicamente el momento culminante de todo un trabajo político, mediante el cual se organiza la vanguardia proletaria, y el movimiento de resistencia, de manera directa respecto a sus necesidades reales e inmediatas. En otras palabras, para las BR la acción armada es el punto mas alto de un profundo trabajo en la clase: es su perspectiva de poder».

Supieron así las B.R. dar continuación y cuerpo a las expresiones de la autonomía de clase: el incendio de los coches de los jefes, de los fascistas y de otros colaboradores de fábrica, y también los de los policías de la región, actos ejecutados de manera organizada y política. No se efectuaba esto en un plano simbólico (aunque evidentemente también tenía este aspecto) sino concretamente, políticamente, en los episodios del enfrentamiento político-social de clase. Y aún más con la ejecución de algunos secuestros (de corta duración) de directores de grandes fábricas, en los centros de las luchas (Siemens y la FIAT).

Esta coherencia valiente supuso el éxito político inmediato. El núcleo frágil del principio, del que se ha hablado, se extendió como una mancha de aceite: la Organización se implanta en numerosas fábricas grandes y barrios de Turín, Milán, Génova, Venecia. Se acierta en la “apuesta”: la clase comprende y responde, también con la disponibilidad de cuadros militantes obreros de entre los mejores (lo que será visible en las primeras detenciones).

No estaban solos, porque se insertaban en comportamientos y formas de lucha muy extendidas en la época, con la práctica obrera de desperfectos en las líneas de montaje durante las manifestaciones interiores en las fábricas, el sabotaje, las encerronas fuera de la fábrica a los jefes, etc. Especialmente la práctica de manifestaciones interiores era la auténtica arma de masas, que acompañaba el desarrollo de una fase de la lucha; las BR estaban ahí insertadas, y “dialectizaban” sus iniciativas con relación a todo esto.

Y también porque otros componentes militantes habían comenzado a plantearse la misma perspectiva y la misma práctica. Aunque algunas importantes diferencias ideológico-políticas crearían unas distancias que se convertirían con el tiempo en una cuestión de líneas diferentes; además, el carácter menos claro de estos otros componentes, su gestación política mas complicada causó que sus iniciativas y estructuras quedaran durante largo tiempo –hasta 1976- en una especie de limbo, sin plantear reivindicaciones claras, utilizando siglas diferentes, faltos de la correspondiente colaboración política-ideológica. Hay que reconocer también las características de fuerza y la coherencia estratégica que hicieron preeminentes a las BR (y su continuidad entre otras organizaciones, hasta entonces).

De hecho, la gran diferencia residía en la relación con el “Movimiento”, aquella entidad general que englobaba todas las luchas, aquella especie de río de donde todos procedían. Todas las demás organizaciones mantuvieron una relación de complementariedad, de seguidismo en un cierto sentido, permanecieron “movimientistas”, como se decía entonces. En realidad, una reedición del desnivel entre leninistas y no leninistas.

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