Los cameruneses no se fían de las vacunas del hombre blanco

Los cameruneses no se quieren vacunar. Sólo el 4 por cien de la población mayor de 18 años se ha vacunado desde que se administraron las primeras dosis hace siete meses, según el Ministerio de Sanidad, muy lejos del objetivo declarado del 40 por cien, a cinco semanas de la Copa de África prevista en el país.

Ante la reticencia de los cameruneses, en noviembre el gobierno ha lanzado dos campañas de vacunación, una dirigida a toda la población y otra especial para los funcionarios.

Junto con ONG como Médicos Sin Fronteras, han instalado carpas y contratado personal para que aborden a los transeúntes por la calle y les convenzan de que se inyecten. “El gobierno anima con fuerza y firmeza a toda la población a vacunarse”, alega el ministro de Sanidad, Manaouda Malachie, en la radio pública. “Tenemos suficientes dosis para todos”, añade.

Dos mercenarias, Irene y Lucienne, se posicionan a primera hora del día frente a un pequeño hospital público de Odza, un barrio de Yaundé, donde se ha abierto un puesto de vacunación.

Su despliegue, en plena calle, en una carretera muy transitada que lleva al aeropuerto, pretende despertar el interés de los que pasan. Pero, dice Lucienne, muy pocos aceptan la propuesta. “Es muy difícil convencer a la gente. Hay una verdadera psicosis entre los cameruneses”, admite.

El día anterior, dice, “una persona me amenazó con pegarme si persistía en ofrecerle la vacuna”. Los cameruneses de la diáspora envían mensajes a los que están en el país para criticar las vacunas, añade la otra mercenaria.

El hombre blanco no inspira confianza. “Los europeos quieren matarnos”, dice uno al rechazar la vacuna. “No me fío de la vacuna”, dice otro. “Los blancos no nos quieren. Quieren matarnos con vacunas en las que introducen productos ilegales”, afirma.

“No me interesa la vacuna porque todavía no he visto a nadie que esté enfermo. Dudo de la existencia de esta enfermedad”, afirma Jeannette Aboudi, de 53 años, vendedora de naranjas en el mercado de Nfou, una pequeña ciudad del centro de Camerún.

comentarios

  1. Y al hombre blanco le costará aprender a no fiarse de las «vacunas» del hombre blanco, pero todo llegará.

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