La Unión Europea se olvida de la OMS cuando se trata del glifosato y los agrotóxicos

Este mes la Unión Europea tiene que decidir si renueva o no la autorización de uso del glifosato, un herbicida que está bajo sospecha desde hace décadas.

Es un tóxico que tiene muchas similitudes con las vacunas porque también está comercializado por multinacionales, como Bayer, capaces de imponer lo que es ciencia y lo que no. Desde luego los que se oponen a las multinacionales son tachados de “conspiranoicos”. Si no tuviéramos multinacionales, no podríamos disfrutar de tóxicos en los campos ni vacunas en las venas.

Lo mismo que las vacunas, los estudios científicos que aporta Bayer para justificar la autorización del glifosato son secretos y, desde luego, son interesados, es decir, que los redactan “expertos” sobornados por la industria para defender una tesis aceptada de antemano. En numerosas ocasiones Bayer ha sobornado a periodistas y científicos para escribir artículos alegando que no es una sustancia peligrosa para la salud (1).

A los lectores les sonará todo esto: las multinacionales y sus científicos a sueldo afirman que la relación causa a efecto entre el herbicida y el cáncer no está demostrada, es decir, que en este caso los “negacionistas” son Bayer y las empresas agroquímicas. Sin embargo, en los juzgados sí se ha demostrado. Hasta julio del año pasado Bayer perdió más 8.000 millones en los juicios que ha habido en Estados Unidos a causa de los daños causados por el glifosato (2).

Los partidarios de la prohibición del glifosato exigen que la Unión Europea adopte su decisión en función de estudios científicos independientes, o sea, que no estén redactados por los sicarios de la industria. Pero es una ingenuidad creer que la Unión Europea toma sus decisiones apoyándose en la ciencia y no en el capital. ¿Lo que convence en Bruselas son los argumentos o el dinero?

Los incautos piden a la Comisaria europea de Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, que tenga en cuenta, por ejemplo, el estudio sobre el glifosato del Collegium Ramazzini de Bolonia, que es el más complejo jamás realizado sobre un pesticida.

La respuesta de Kyriakides ha sido que es “prematuro” entrar en esas minucias. Es mejor que los trabajadores del campo se sigan intoxicando con glifosato y que contaminen los alimentos.

En 2015 la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la OMS, incluyó el glifosato en el listado de sustancias asociadas al cáncer (3). Sin embargo, eso es como todo lo demás: cada cual se aferra a lo que dice la OMS según le conviene en cada caso. Si se trata de vacunas, la Unión Europea invoca a la OMS, pero si se trata de agrotóxicos la cosa cambia. Si la OMS grita “pandemia” el mundo entero se moviliza, pero si dice que el glifosato produce cáncer, miran hacia otro lado.

Ya saben que la ciencia tiene dos caras, igual que las monedas y los billetes bancarios. Para contrarrestar el informe de la IARC, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó el suyo propio: el glifosato no es cancerígeno.

En realidad el contrainforme había sido redactado por el BfR alemán y Bayern es un monopolio alemán, así que no es necesario ser muy espabilado para saber cómo y por qué se redactan tanto los informes científicos como los seudocientíficos.

Los más conspiranoicos sospechamos incluso que el verdadero autor del contrainforme fue la multinacional Bayer y que los tinglados institucionales de Bruselas no hicieron más que estampar su firma.

Es más, no queremos ni hurgar en este asunto porque seguro que acertamos.

(1) http://loquesomos.org/de-vida-o-muerte-el-cancerigeno-glifosato-y-el-maiz-transgenico/
(2) https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/08/04/companias/1596527087_415661.html
(3) https://www.diariocolatino.com/el-glifosato-un-herbicida-polemico-en-todo-el-mundo/

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