La sombra de un nuevo Maidán recorre las calles de Kazajistán

Hasta hace pocos días, Kazajistán era la república más estable y tranquila del “vientre de Rusia en Asia Central”. Un país económicamente exitoso, con los salarios mínimos más altos de este área geográfica y un flujo mínimo de trabajadores migrantes kazajos.

Diplomática y económicamente, Kazajistán está estrechamente vinculado a Rusia, comenzando con el primer tratado «sobre amistad, cooperación y asistencia mutua» firmado en 1992. Ese mismo año, Kazajstán firmó un tratado de seguridad colectiva y lo volvió a firmar en 2003, adhiriéndose a la Organización del Tratado para la Seguridad Colectiva. Es miembro de la Unión Económica Euroasiática, tiene obligaciones mutuas con Rusia en la cooperación económica, técnico-militar y transfronteriza. El idioma ruso tiene el estatus de idioma oficial, y el 51% de los ciudadanos de la república son de habla rusa.

En términos generales, desde el colapso de la URSS, Kazajistán no figura en la lista de «zonas amenazadas» para Rusia. La colosal longitud de su frontera con el gigante, 7.500 kilómetros, todavía está custodiada por patrullas en algunas áreas.

Si bien a comienzos de siglo hubo conatos de yihadismo, éstos fueron eliminados rápidamente, y los personajes más activos se fueron trasladando paulatínamente a Irak y Siria. Kazajistán es un Estado secular, y un tercio de la población profesa el Islam en el ámbito privado.

Como todos los países que se encuentran en el centro de las rutas comerciales asiáticas, Kazajistán ha tenido problemas debido a su apertura al exterior, lo que ha supuesto una entrada masiva de capitales con destino dudoso.

Las estructuras del magnate multimillonario George Soros han estado operando en Kazajistán desde 1995, que han recibido más de 100 millones de dólares en 25 años. Pero además de las de Soros, hay otras organizaciones.

Según el Ministro de Desarrollo Social Darkhan Kaletaev, hoy hay 53 organizaciones internacionales, 30 organizaciones gubernamentales extranjeras, 77 ONG’s extranjeras y fundaciones en Kazajstán. El 70% de su financiación proviene de Estados Unidos.

Uno de los actores en la sombra de estas protestas es el llamado «presidente de reserva», el oligarca fugitivo Mukhtar Ablyazov, que es reclamado por la Audiencia Nacional española por blanqueo de capitales proveniente de los ahorristas a los que robó cuando era dueño del BTA Bank.

Y no solo sentado, sino comprometido con la política. Al menos después de la partida de Nazarbayev y la elección de un nuevo presidente, Tokayev, el oligarca y sus estructuras lograron organizar disturbios, y paulatinamente la prensa internaciona lo va reconociendo, como ha hecho en otros casos, como el «líder de la oposición democrática».

Además, el gobierno Kazajo está demostrando signos de debilidad muy peligrosos para Rusia. Para el mundo exterior, no se comprende por qué una potencia exportadora de energía como Kazajistán necesita aumentar los precios del gas para su propia población.

Desde 2019, el gas licuado se comercializa electrónicamente en Kazajstán. Por lo tanto, mantener los precios máximos, una costumbre de décadas, pronto se volvió imposible, ya que los productores se enfrentaban constantemente a vender su producto por debajo del costo a medida que el consumo se disparaba. Era una de las consecuencias de la liberalización de los precios de la energía.

Todos en Kazajistán esperaban un aumento de precios, y esto tendría un efecto inmediato en la sociedad, ya que todos los coches del país usan gas licuado.

El presidente Kassym-Jomart Tokayev prometió el regreso de los precios máximos, decretó el estado de emergencia tanto en Almaty como en Mangystau mientras aceptaba la renuncia del gobierno actual y nombraba a un viceprimer ministro desconocido, Alikhan Smailov, como primer ministro interino hasta la formación de un gabinete nuevo. Pero esto fue tomado como un signo de debilidad.

Como respuesta, el Ayuntamiento de Almaty y su aeropuerto fueron asaltados; y el manejo de armas en las manifestaciones fue descarado. De hecho, los activistas más duchos tenían conexión a internet satelital, a pesar de que la compañía estatal Kazajhtelecom había desconectado internet.

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