La mitología renovada

Bianchi

– Locutor: son ya las ocho de la tarde y la gente se arremolina, guardando las distancias, frente a los hospitales para vitorear a los nuevos héroes: enfermeras, celadores y demás personal sanitario. Los aplausos son atronadores. Los sanitarios saludan, pero no parecen entusiasmados, claro, tantas horas metidas exponiendo sus vidas por nosotros, unos héroes. Tenemos a nuestro lado a un enfermero, precisamente, al que le preguntamos:

– Locutor: buenas tardes, héroe…

– Enfermero (le interrumpe): no soy ningún héroe. Hago mi trabajo, eso es todo.

– Locutor: no sea modesto, ¿cómo se llama? ¿Manolo? vea a la gente, Manolo, cómo le llama por lo que es: un héroe, un amadís de gaula.

– Enfermero: que no, joder, que no soy ningún héroe, ostia.

– Locutor: jajajá, proverbial la sencillez de nuestro cuerpo sanitario, señores televidentes, ustedes mismos lo pueden ver: un héroe que no quiere serlo, o sea, ¡más héroe todavía!

– E: joder, y dale.

– L: un héroe como la policía, guardia civil, ejército y maría santísima. Como Esplandián.

– E: esos son siempre héroes, antes y después de Cristo. Yo lo que digo…

– L (le interrumpe): y los sacrificados que han muerto por la salud de los demás, del pueblo oprimido.

– E: hablando de opresiones, yo, mejor dicho, nosotros, lo que pedimos son mejores condiciones de trabajo y más medios sanitarios, no pedimos aumento de sueldo ni la luna.

– L: pero ¿no ve la ovación del público y hasta unas furtivas lágrimas?

– E: sí.

– L: ¿y no se conmueve?

– E: por supuesto, y estamos muy agradecidos, pero eso ¿qué tiene que ver con lo que acabo de decir?

– L: todo, porque no es lo mismo ser un héroe que convertirse en un vulgar trabajador con sus prosaicas reivindicaciones.No es lo mismo ser un Lanzarote que Pepe Gotera.

– E: ¡que no soy un héroe, ostiaputa!

– L: ¡sí que lo eres, mamón! Así lo hemos decidido los medios de comunicación, y los barrenderos también son unos héroes, como dijo Gabilondo, trabajos que nadie quería y resultan vitales para la sociedad, ¡ellos son los verdaderos héroes de la Tabla Redonda!

– E: ¿y ustedes qué son entonces?

– L: ¿qué insinuas, capullo (empieza a mosquearse)?

– E: ¿yo?, nada, nada.

– L: ah, creía. Mire, mire, la gente, qué gran pueblo tenemos.

– E: no lo dudo, pero ¿podría hablar y decirles que no somos héroes?

– L:  no, hombre, no, ¿y arruinar este bello espectáculo?, que no se diga, arriba ese ánimo, corresponda a ese clamor popular, no sea aguafiestas, impasible el ademán, como dijo José Antonio.

– E: ¿qué José Antonio?

– L: bah, no tiene importancia, cosas mías, vea, vea

– E: sólo pedimos más seguridad y más medios para atender mejor a la ciudadanía. Y no esta situación precaria donde se improvisan camas…

– L (ya incomodado): pero, ¿qué dices, felón, bellaco? ¡Tenemos el mejor sistema sanitario del mundo mundial y parte del extranjero!

– E (castizo): ¡*amos* anda ya! Tropecientos muertos, sin camas, la gente encerrada en sus casas, test defectuosos que, por cierto, no sirven para nada, diga eso, mascarillas que parece esto una película de ciencia- ficción…

– L: ¡cállese!, ¿quiere desmoralizar a nuestra audiencia, perdón, a nuestro pueblo? ¡Cierra el pico, cabrón, hijo de la gran puta, maricón!

– E: no, si yo…

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