La memoria lucha contra la amnesia también en Canadá: el exterminio de la población autóctona

Mujer sinixt, una tribu ‘extinguida’ en 1956
Durante dos años Canadá ha llevado a cabo una investigación sobre los asesinatos y desapariciones de la población indígena, en especial mujeres. Se trata de un genocidio sistemático y planificado.

El 1 de noviembre de 2017 presentaron un informe provisional, cuya conclusión no puede ser más sorprendente: las instituciones y la sociedad canadienses son incapaces de proteger los derechos más elementales de los aborígenes, como el derecho a la vida, a la salud y a la seguridad.

La comisión que llevó a cabo la investigación accedió a 174 registros policiales y se reunió con expertos en temas relacionados con la violencia colonial, racista y sexual.

El año pasado la comisión realizó un cambio significativo en su método de trabajo y solicitó una prórroga de su mandato, que se renovó por un período adicional de seis meses.

La aplicación efectiva de las recomendaciones para abordar el colonialismo, el racismo y la violencia sexual, los principales determinantes del genocidio contra los pueblos originarios de Canadá, y que afecta particularmente a las mujeres, sigue siendo la cuestión central planteada en la historia del país norteamericano.

La investigación canadiese concluye que, en sentido estricto, el problema no concierne a eso que ahora llaman “género” (mujeres y hombres), ni tampoco a las etnias (indios y blancos), sino que tiene una naturaleza colonial y, por consiguiente, está vinculado a la expansión del capitalismo en América.

Como tantas otras, la sociedad canadiense vive de espaldas a su historia porque la clase dominante, la burguesía, no puede destapar las raíces de sus dominación, del mismo modo que la española tampoco puede hacer lo propio con sus propias raíces: la guerra, el franquismo y el terror posterior.

La memoria lucha contra la amnesia porque unos quieren olvidar y los otros que no se olvide. Ocurre en casi todos los países del mundo, pero especialmente en los que han padecido los estragos coloniales del “hombre blanco”, donde las clases sociales se esconden bajo el color de la piel.

La mala conciencia que persigue a la humanidad (la que tiene conciencia) no se acabó en 1945; sólo barrieron la porquería debajo de la alfombra en Canadá, en Estados Unidos en Australia, en Suecia… En fin, en los países capitalistas más poderosos, esos mismos que alardean siempre de los derechos humanos precisamente porque son ellos los que han practicado el genocidio como política de Estado.

La tribu sinixt, que habita en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, fue reconocida al sur como comunidad originaria, mientras que Canadá la declaró “extinta” en 1956 como si hubiera ocurrido un fenómeno “natural”, o sea, como si lo natural fuera extermina a una población originaria y como si la naturaleza entendiera de fronteras políticas. ¿Como es posible que un pueblo oficialmente exterminado por completo mantenga vida propia un poco más abajo de la raya fronteriza?

“Muerto el perro se cabó la rabia”. Un problema menos del que debemos ocuparnos, debieron pensar los canadienses. Hasta que en 2010 un indio, Rick Desautel, cruzó aquella frontera y se puso a cazar alces al más puro estilo indígena y le detuvieron. Además de cazar ilegalmente, el indio era “extranjero”.

Los sinixt llevaban 5.000 años en medio de algo que luego alguien partió por la mitad. Los extranjeros son los demás, esa gentuza maleducada que viene a tu casa, te la quita, te roba y luego te quiere matar, hasta que finalmente te da por muerto y sepultado.

Los indios sinixt vieron llegar a aquellos primeros bandidos de piel blanca en 1811 y en 1846 dividieron sus tierras en dos mitades diciendo que la parte de abajo se llamaba Estados Unidos y la de arriba Canadá.

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