Guerra económica y reconversión industrial: los motores de hidrógeno para la automoción

Las políticas económicas implementadas con el pretexto del cambio climático son una guerra económica y una reconversión industrial para sustituir unas fuentes de materias primas, calificadas como “fósiles” y emisoras de CO2, en beneficio de otras, entre las cuales unas se califican de alternativas, como la eólica, y otras son menos conocidas, como el hidrógeno.

Dejaremos al margen —de momento— a la energía nuclear. En lo que al transporte de vehículos concierne, los planes se centran en los motores eléctricos y en los de hidrógeno, donde la competencia por posicionarse en la rampa de salida es brutal.

En el tercer trimestre del año pasado, la cotización bursátil de la empresa fabricante de camiones Nikola Motors se disparó abruptamente y luego cayó a la baja tras los ataques intoxicadores de una empresa competidora, Tesla, y del Instituto de Investigación Hindenburg, una empresa auditora.

En 2019 el capataz de Tesla, Elon Musk, se desentendió de la carrera por el hidrógeno porque nunca llegaría a ser un combustible verde, nunca podría competir con los vehículos eléctricos y nunca tendría una infraestructura de recarga.

Por su parte, en septiembre del año pasado Hindenburg publicó un prolijo informe contra Nikola dirigido contra sus inversores, como Iveco. El ataque se produjo dos días después de que Nikola, General Motors y Honda firmaran un acuerdo de asociación monopolista.

Comienza una guerra entre monopolios en la que el Estado se ve obligado a intervenir. El ministerio de Justicia y la SEC (Securities and Exchange Commission) inician una investigación y la cotización de las acciones de Nikola cae.

La guerra se traslada también a los medios de intoxicación, que presionan al Estado sobre el modelo de transición energética.

Por supuesto, la guerra se traslada al terreno internacional porque los países quieren saber el canon que impone Estados Unidos para imitarlo (o rechazarlo).

El año pasado la Unión Europea puso en marcha la llamada Alianza Europea para el Hidrógeno Limpio, un consorcio con participación del Banco Europeo de Inversiones y a la que hasta hoy se han sumado 150 grandes monopolios, entre los que se encuentran Daimler, Honda, Hyundai, BMW y Toyota.

Si bien es cierto que los vehículos de hidrógeno son “limpios”, la mayor parte del hidrógeno se produce hoy a partir de gas natural con unas emisiones muy elevadas de CO2. Fabricar un kilo de hidrógeno a partir de gas genera 10 kilos de CO2.

Hay otras procedimientos de fabricación, pero encarecen drásticamente el precio del kilo de hidrógeno, haciéndolo inviable para el consumidor final. Además, hoy el combustible no está gravado con ningún impuesto, lo que no va a durar mucho tiempo más.

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