Golpe de Estado en Conakry: en busca de la mano que mece la cuna

Como todo lo demás que sucede en África, el Golpe de Estado en Conakry no interesa y, en consecuencia, ha pasado desapercibido. Ni siquiera los medios “alternativos” se han preocupado por informar y son muchos los que ignoran la noticia: el 5 de septiembre un comando de operaciones especiales del ejército guineano, dirigido por el coronel Mamadi Doumbouya, secuestró al Presidente del país, Alpha Condé, causando 20 muertos entre los guardaespaldas que lo custodiaban.

Las fuerzas especiales guineanas no actuaron solas. El New York Times confirmó que, desde mediados de julio, el mando africano del ejército de Estados Unidos (Africom) había destinado una docena de boinas verdes al coronel golpista. La operación fue dirigida, además, por militares franceses e israelíes.

Tres días después del golpe, un vídeo mostró a los soldados estadounidenses sonrientes, acompañados por los golpistas guineanos en un 4×4, entre una multitud jubilosa. Un diplomático estadounidense en Guinea escribió en su cuenta de Twitter: “Para los que comparten el vídeo de los soldados estadounidenses en un 4×4 me gustaría señalar que se trata de la escolta de la embajada de Estados Unidos en Conakry nada más”.

Sin embargo, las imágenes mostraban claramente al vehículo acompañando al convoy de los golpistas que transportaba al Presidente Condé desde el palacio presidencial hasta la base de las fuerzas especiales.

El Africom tuvo que justificarse: “El gobierno y el ejército de Estados Unidos no están en absoluto implicados en esta aparente toma de posesión militar”. Las torpes justificaciones se sucedieron una tras otra. El portavoz de Aricom añadió: “El domingo, una vez que los boinas verdes se dieron cuenta de que había un golpe de Estado, se dirigieron directamente a la embajada de Estados Unidos en Conakry”.

Debieron de hacer un salto en el camino para acompañar al convoy de los golpistas.

El coronel golpista no es un desconocido para el Pentágono, ya que en 2018 posó orgulloso frente a la embajada de Estados Unidos en Conakry y al año siguiente participó en las maniobras militares “Fintlock” en Uagadugu, organizadas por Africom.

El coronel, de 41 años, es un antiguo soldado de la Legión Extranjera francesa y tiene doble nacionalidad franco-guineana. Su mujer es comandante de la gendarmería francesa. Eso explica el silencio guardado por el gobierno francés sobre el golpe. Desde el 5 de septiembre, sólo ha difundido un comunicado de prensa condenándolo.

Israel ha permanecido en silencio, pero también está en el punto de mira. Después de 49 años de relaciones diplomáticas rotas, tras la Guerra de los Seis Días (1967), Alpha Condé y Benjamin Netanyahu restablecieron los lazos entre ambos países en 2016. Como en otros países africanos, los israelíes entrenaron a las fuerzas especiales de Conakry, un mercado que dominan en el continente, como ha demostrado el Caso Pegasus de vigilancia informática.

La intervención de Israel es una traición, no sólo al Presidente Condé, que les abrió las puertas, sino al país. Israel no es un país fiable, ni siquiera aparenta una ayuda.

Las condenas de la CEDEAO, la Unión Africana y la ONU son retórica en estado puro. Piden la liberación inmediata del Presidente Condé, pero no su regreso a la Presidencia, por lo que no puede estar más claro: están de acuerdo con el relevo, naturalmente después de guardar las formalidades debidas, o sea, elecciones y demás.

Tras el golpe, la cotización de las materias primas se disparó. En una semana, el precio de la bauxita subió casi un 30 por ciento, ya que Guinea posee una cuarta parte de las reservas mundiales del mineral, del que se extrae el aluminio.

Las reacciones fueron muy diferentes en Pekín, Moscú y Ankara. Pekín es el principal socio económico de Conakry. El 7 de septiembre, en una rueda de prensa, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Wand Wenbin, dijo: “China se opone al golpe de Estado y pide la liberación inmediata del presidente Alpha Condé”.

Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, difundió un comunicado, en el que decía: “Esperamos que los intereses comerciales de nuestros empresarios y empresas no se vean afectados y estén garantizados”. El embajador ruso en Guinea se reunió con el coronel golpista el 7 de septiembre.

Turquía, que también tiene muchos intereses empresariales en el país africano, se apresuró a denunciar el golpe de Estado enérgicamente: “Turquía se opone a los intentos de sustituir ilegalmente a los gobiernos elegidos”.

Los portavoces del imperialismo pronto calificaron al golpista como “el nuevo hombre fuerte en Guinea”. No habían transcurrido 24 horas del golpe, cuando quiso tranquilizar a los inversores. “La comisión asegura a los socios que respetará todas sus obligaciones en virtud de los convenios mineros y recuerda su compromiso de promover la inversión extranjera en nuestro país”.

Poco después de llegar al poder en 2010, Alpha Condé, asesorado por Soros, reescribió el código minero y redistribuyó las concesiones, lo que dio lugar a reclamaciones, negociaciones y pleitos entre las grandes empresas mineras, que aún no se han resuelto.

Los golpistas han hecho correr el rumor de que permanecerán en el poder durante cinco años. Han puesto el listón muy alto para obtener un mandato de tres años, sabiendo que en la historia de los Golpes de Estado en África Occidental, la CEDEAO nunca concede a los golpistas más de dos años. Sin embargo, es tiempo más que suficiente para darle la vuelta a la tortilla.

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