Filipinas revisa su alianza con Estados Unidos y bascula hacia China

Duterte, nuevo presidente de Filipinas
En 2012 China se apoderó a las bravas del atolón Scarborough, de 150 kilómetros cuadrados, situado en el Mar de China Meridional, cuya soberanía reivindica Filipinas.

El gobierno filipino llevó el litigio al Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya que en julio resolvió que la reivindicación china sobre el atolón carecía de fundamento y que el gobierno de Pekín había violado los derechos soberanos de Filipinas.

Antes de esta resolución, Manila había estrechado -aún más- sus vínculos militares con Washington, con quien mantiene un tratado desde 1951, firmdo durante la Guerra Fría. En virtud de ese acuerdo, comenzaron a patrullar conjuntamente las aguas jurisdiccionales filipinas del Mar de China Meridional.

La asistencia militar del Pentágono tiene un componente “antiterrorista”, por lo que los comandos de operaciones especiales intervienen activamente en la lucha contra la guerrilla comunista.

Así estaban las cosas hasta que esta primavera llegó al gobierno un personaje muy singular, Rodrigo Duterte, un tipo del estilo Trump en ciertos aspectos que ha empezado a hacer muchas cosas de otra manera, empezando por llamar “hijo de puta” a Obama. Así, literalmente, algo a lo que nadie se había atrevido hasta ahora.

Duterte ha dado un vuelco de 180 grados al alineamiento internacional de Filipinas, empezando por eliminar las patrullas marítimas conjuntas con Estados Unidos sobre sus aguas jurisdiccionales y siguiendo por una petición dirigida a los consejeros y tropas gringas para que se larguen de Filipinas.

Para ello no ha utilizado los canales diplomáticos habituales, siempre tan discretos, sino que lo ha dicho públicamente esta mañana en una entrevista a la cadena de televisión Phoenix de Hong-Kong.

Ante tamaño petardo, el entrevistador ha estado rápido y le ha preguntado si tenía pensado realizar maniobras militares conjuntas con Rusia y con China, y Duterte no lo ha dudado ni un momento y ha respondido que sí, añadiendo lo siguiente: “Ya he dado tiempo de sobra a los americanos para que jueguen con los soldado de Filipinas”.

“Las recientes maniobras navales con la US Navy serán las últimas”, ha manifestado a la televisión. “Ya está programado. No quiero que mis soldados sean humillados”, ha concluido el Presidente filipino, que también quiere acabar con la compra de material militar a Estados Unidos en exclusiva. El mercado chino está a la vista. Las conversaciones entre ambos países ya han comenzado y se pueden mover miles de millones de dólares.

Estados Unidos no sólo tiene dificultades en Oriente Medio, sino también en el núcleo primordial de sus preocupaciones, que es la cuenca del Pacífico.

El siguiente paso será poner en dificultades a Duterte. Para ello cuentan Filipinas con una sucursal del Califato Islámico dispuesta emprender una contrarrevolución de colores como en Siria para acabar con otro dictador.

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