ETA nunca fue una ‘banda’, sino una organización

Bianchi

Cuando los mass media establecidos recuerdan una y otra vez, machaconamente, los «crímenes y asesinatos» de la «banda terrorista ETA», es un error, a nuestro juicio, oponerles los verdaderos crímenes del terrorismo de Estado en forma de distintas siglas (BVE, ATE, GAL, etc.), y ello porque son magnitudes no homogéneas. Hacerlo sería quedarse en la vertiente militar del conflicto (que es anterior a ETA) y sus consecuencias (que es lo que hace EHBildu y Sortu: gestionar las «consecuencias» para iniciar un «nuevo ciclo» y, ahora sí, «hacer política» y no otra cosa, como era «pegar tiros», que eso no es «política») olvidándose de la vertiente principal del problema como es su costado político. Y es aquí, en el meollo político, donde el Estado fascista español tiene la batalla perdida hace muchísimo tiempo, de ahí que su lenguaje sea militar: vencedores y vencidos amén de sus actuaciones puramente vengativas (de sospechar hace años que se llegaría a la situación actual en que ETA se desarma «unilateralmente» y sin contrapartidas, ¿no lo hubieran firmado los sucesivos gobiernos? No parece a juzgar por las nuevas peticiones a la organización clandestina, esto es, venganza).

Sabedores de su derrota política, no se resignan a dar lo que ahora llaman la «batalla del relato» que consiste, básicamente, en hacer creer que a ETA no sólo se la ha derrotado gracias a la intervención de las policías nativas y extranjeras, sino principalmente gracias al «Estado de Derecho», a la «democracia» reinante (hay un monarca) en España con su Constitución, elecciones y esas cosas que legitiman una democracia formal. A ETA le ha vencido el «enemigo interno» y el Estado fascista español -no la «sociedad»-, pues de no serlo, de no tener ese carácter, de no venir de donde viene, el desenlace sería otro -no sabemos, y ya no podremos saberlo, de qué tipo-. Viendo el ejemplo de Catalunya, ni siquiera hace falta recurrir a la mentira de Estado que dice que, sin el concurso de las armas, de la violencia, toda reivindicación es posible en España por medio del «diálogo» y los «cauces pacíficos y democráticos». Ya se ve que no.Ya se ve que el fascismo sólo entiende el lenguaje de la fuerza.

Todas las medidas que se adoptan -por unos y otros- giran alrededor de las consecuencias del «conflicto» sin agarrar por las solapas y enfrentar las causas, algo imposible bajo el fascismo aunque ya no vista correajes y arreos paramilitares, lo que «infantiliza» el contencioso en un «y tú más» cuando de contar víctimas se trata, y por eso decimos que son cantidades heterogéneas, pues no es lo mismo la muerte de un voluntario que ingresa en una organización para luchar por unos ideales consciente de a qué se expone, que quien se embute en un uniforme por una soldada desprovista de principios salvo los propios de un lavado de cerebro.Por lo tanto, aunque suene frívolo, que cada cual llore a sus muertos.Lo dijo en su día un franco-falangista reconvertido en «demócrata» como Martín Villa: «lo de ellos son asesinatos; lo nuestro, errores», y lo mismo dijo el otro día por televisión el muñidor de la «guerra sucia» Rafael Vera.

Convengamos en que ETA ha sido derrotada policialmente -algo que hasta se podría discutir-, pero nunca se podrá decir que fue porque no lo intentaron. Políticamente, es imposible ser derrotada. Otra cosa es que el destino del pueblo vasco quede ligado para siempre a los avatares y movimientos políticos que haya en «España» o, en otras latitudes, Estado español.

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