En Oriente Medio la correlación de fuerzas cambió en menos de 24 horas

El gobierno de Trump diseñó los Acuerdos de Abraham para forjar una alianza contra Irán entre Israel y los países árabes. Faltaba la rúbrica saudí para cobrar todo su significado.

El 9 de marzo los saudíes anunciaron que estaban dispuestos a firmar un tratado de paz con Israel y unirse a los Acuerdos de Abraham, si Estados Unidos garantizaba su seguridad frente a Irán, le ayudaba a construir un programa nuclear civil y le abría sin restricciones su catálogo de venta de armas (1).

Era un ultimátum. Estados Unidos no respondió ni propuso alternativas, por lo que al día siguiente los saudíes se buscaron la vida en otro lugar y anunciaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Irán. En cuestión de horas la situación había dado un vuelco total.

Ante el silencio de Washington, las nuevas reglas del juego las patrocinó China, que nunca había tenido ningún protagonismo en Oriente Medio. A los países árabes les pilló desprevenidos. Biden quería escapar de Oriente Medio para enfrentarse a China en su propio terreno, en Extremo Oriente y dos años más tarde, Arabia saudí permite a China entrar en Oriente Próximo por la puerta grande.

Los Acuerdos de Abraham han empezado a desmantelarse. El enemigo ya no es Irán y, lo que es peor, los países árabes se pueden agrupar en torno a la República Islámica.

Emiratos Árabes Unidos, que firmó los Acuerdos, se muestra -por primera vez- especialmente cariñoso con Irán. El 16 de marzo Ali Shamjani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad iraní, realizó una visita oficial a Emiratos que “representa una nueva etapa en las relaciones políticas, económicas y de seguridad” entre ambos países.

Otro firmante de los Acuerdos de Abraham, Bahrein, ha estado acusando a Irán de apoyar los levantamientos chiítas en el país para derrocar al gobierno, una acusación que no se ha vuelto a repetir. Otro dirigente iraní ha visitado tambien el país y ambas partes negocian para restablecer vínculos aéreos comerciales y abrir embajadas.

Como ocurre desde hace décadas, Egipto ya no encabeza nada en el mundo árabe. Se limita a seguir determinadas corrientes, en este caso la de Emiratos. El gobierno egipción ya había asegurado a Teherán en julio del año pasado que no apoyaría ni participaría en ninguna alianza militar regional en su contra (2). Luego, a finales de año, el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, y el presidente egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi, mantuvieron una reunión positiva en la cumbre Bagdad II.

Jordania es otro país que también nada siempre a favor de la corriente, con la diferencia de que antes soñaba con una “OTAN árabe” (dirigida contra Irán, naturalmente) e incluso firmó un tratado de paz con Israel. El rey Abdalah acusó a las milicias proiraníes de Siria de introducir drogas de contrabando en el país. Ahora aboga por un acuerdo regional con Siria, principal aliado de Irán en la región.

Es más, el 13 de enero el ministro iraní de Asuntos Exteriores declaró que estaban estudiando la posibilidad de que el rey Abdullah visite Teherán.

Sólo son unas pocas muestras del vuelco que ha dado la correlación de fuerzas en Oriente Medio en menos de 24 horas. Por si quedan dudas, Irán ha aclarado que la mejora de sus relaciones con los países árabes no supone abandonar al Eje de la Resistencia, es decir, a Siria, Hezbollah y Ansarollah.

(1) https://www.wsj.com/articles/saudi-arabia-seeks-u-s-security-pledges-nuclear-help-for-peace-with-israel-cd47baaf
(2) https://www.mei.edu/publications/how-tehran-views-iranian-saudi-agreement

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