El montaje contra Assange está a punto de consumarse y hay muchos cómplices

La semana pasada, un editorial del periódico británico The Guardian contó una de sus típicas falsedades: que Assange había buscado asilo en la embajada de Ecuador en Londres para huir de una acusación de violación en Suecia (*).

Sin embargo, Assange nunca se ha enfrentado a ninguna acusación en Suecia, y menos aún por violación. El único país del mundo que quiere atrapar a Assange es Estados Unidos y la acusación formal es de “espionaje”.

El caso Assange expone en toda su crudeza la ausencia absoluta de libertades en Europa y, en particular del derecho a la libre expresión, y es vergonzoso que sean los periodistas quien participen en esa cacería y, además, inventen acusaciones inexistentes. Es otro indicador de la sumisión de la prensa europea a sus amos de Washington.

Ningún Estado del mundo concede asilo político a nadie acusado de violación. Ecuador lo hizo por motivos políticos, opuestos a los motivos por los que es perseguido en Estados Unidos, que también son políticos.

Si Assange no hubiera creado la plataforma Wikileaks, nunca hubiera sido perseguido y, desde luego, nunca nos hubiéramos enterado de muchos de los crimenes cometidos por Estados Unidos en sus guerras de agresión.

Cuando declararon ante la policía, ninguna de las dos mujeres suecas alegó que Assange la hubiera violado. Una de ellas se negó a firmar la declaración policial cuando se dio cuenta de que pretendían acusar de ello a Assange. La otra aseguró que mantuvo relaciones sexuales consentidas con Assange sin utilizar condón.

Ningún juez sueco dictó ninguna medida preventiva en su contra. La fiscal jefe de Estocolmo, Eva Finne, cerró rápidamente la investigación: “No creo que haya ninguna razón para sospechar que haya cometido una violación”. Más tarde concluyó taxativamente: “No hay sospecha de ningún delito”.

Otra fiscal, Marianne Ny, intentó reactivar el caso, aunque nunca llegó a interrogar a Assange en Suecia. Entonces le comunicaron que era libre de marcharse a Reino Unido. Sin embargo, poco después la Interpol emitió una alerta roja y comenzó el calvario de montajes.

En 2010 el Tribunal Supremo de Londres aprobó la extradición a Suecia sobre la base de una orden de detención europea que no estaba firmada por ningún juez. El asunto fue tan escandaloso que poco después el gobierno británico modificó la legislación para evitar que ese tipo de chapuzas se pudieran reproducir.

El Tribunal Supremo del Reino Unido también aprobó la extradición, a pesar de que Suecia se negó a ofrecer garantías de que no sería extraditado a Estados Unidos, donde un gran jurado ya estaba elaborando en secreto una acusación de espionaje en su contra. Estados Unidos también se negó a dar garantías de que no solicitaría su extradición.

Australia no sólo le negó a Assange, ciudadano australiano, cualquier tipo de ayuda durante su pesadilla, sino que la Primera Ministra Julia Gillard llegó a amenazar con quitarle la nacionalidad, lo cual es ilegal.

La fiscal sueca, Marianne Ny, bloqueó la posibilidad de que Assange recurriera al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, en tales circunstancias, en 2012 se refugió en la embajada de Ecuador en Londres.

El ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, tampoco se mordió la lengua: amenazó con entrar a la fuerza en la embajada de Ecuador para detener a Assange, violando la inmunidad diplomática y la Convención de Viena.

A través de una empresa española de mercenarios, el FBI colocó escuchas para interceptar las conversaciones de Assange dentro de la embajada, otra chapuza que muestra la inquina de Estados Unidos y su absoluta falta de escrúpulos de ninguna clase.

En 2016 el Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias, que revisa el cumplimiento de las obligaciones de los gobiernos en materia de derechos humanos, dictaminó que Assange había sido detenido ilegalmente por Gran Bretaña y Suecia. Ambos países se burlaron de la decisión de la ONU y un editorial de The Guardian lo calificó de mero “truco publicitario”.

La documentación desclasificada muestra que la fiscalía británica presionó a la sueca para que no se trasladara a Londres a interrogar a Assange mientras permanecía en libertad entre 2010 y 2011. Una vez refugiado en la embajada, la fiscalía sueca tampoco se molestó en interrogarle. Cuando finalmente en 2016 tuvo que hacerlo, no autorizó la intervención del abogado defensor. Para tapar la cadena de chapuzas, al año siguiente un juez de Estocolmo cerró la investigación contra Assange.

En la legislación sueca, a diferencia de la española, es posible seguir un juicio “en rebeldía”, es decir, aunque el acusado no esté presente. Por lo tanto, Suecia podía haberle juzgado por algún delito. No lo hizo porque nunca hubo nada de nada.

La fiscalía destruyó la mayor parte de la correspondencia para eludir las solicitudes de información pública. Los correos electrónicos que salieron a la luz sólo lo hicieron porque algunas copias se salvaron accidentalmente. Los mensajes recatados muestran que en 2013 Suecia quería abandonar la acusación contra Assange, pero recibió presiones británicas (o sea, de Estados Unidos) para aparentar que persistía en lograr su extradición. “No te atrevas” a abandonar la acusación, decía la ficalía británica a la sueca.

La fiscal sueca Marianne Ny también borró un correo electrónico que había recibido del FBI.

Poco a poco fue quedando claro que Suecia era un recadero de Estados Unidos (no es casualidad que ahora vaya a entrar en la OTAN) y que Assange era perseguido por ejercer su derecho a la libertad de información.

Con el cambio de gobierno, Ecuador comenzó a convertirse en cómplice de Estados Unidos, cuyos fiscales se apoderaron de las pertenencias personales de Assange en la embajada durante un registro.

Mientras, en Estados Unidos los picapleitos preparan el montaje. Encarcelan en repetidas ocasiones a Chelsea Manning y le amenazan con multas ruinosas por cada día que se niegue a testificar contra Assange.

En 2008 un documento secreto del Pentágono preparado por la Subdivisión de Evaluación de Contrainteligencia Cibernética esbozó un plan detallado para desacreditar a WikiLeaks y desprestigiar a Assange personalmente. Se trataba de silenciar, criminalizar y destruir la confianza en una fuente de información.

Según los cables diplomáticos australianos, el intento de Washington de atrapar a Assange no tenía precedentes.

La ley de espionaje que pretende aplicar la fiscalía de Estados Unidos a Assange se aprobó durante la Primera Guerra Mundial para imponer la cadena perpetua y la pena de muerte a los pacifistas y objetores de conciencia.

En 2015 un tribunal federal de Washington bloqueó la publicación de cualquier información relacionada con Assange por motivos de seguridad nacional. La jueza, Barbara J. Rothstein, dijo que en asuntos de seguridad nacional era necesario actuar con “deferencia” hacia el gobierno.

(*) https://www.dumptheguardian.com/commentisfree/2019/may/24/the-guardian-view-on-julian-assange-send-him-to-sweden

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