El monopolio químico alemán BASF despide a más de tres mil trabajadores por la crisis energética

El monopolio químico alemán BASF, uno de los mayores del mundo, atraviesa dificultades económicas porque las sanciones a Rusia le han privado de una materia prima muy barata: el gas.

El año pasado su factura de gas aumentó en 2.200 millones de euros con respecto al año anterior, a pesar de una brutal caída de la producción del 35 por cien, debido sobre todo a las paradas de producción en Ludwigshafen. En 2021, esta fábrica representó el 4 por cien del consumo total de gas de Alemania.

La pérdida de competitividad le obliga a cerrar plantas en Alemania y recortar su plantilla, lo que supondrá la pérdida de 3.300 puestos de trabajo en todo el mundo. En su gigantesca planta de Ludwigshafen, a orillas del Rin, que emplea a unos 39.000 trabajadores, la empresa tiene previsto reducir 700 puestos de trabajo.

El monopolio también quiere reducir sus costes en todo el mundo despidiendo a otros 2.600 trabajadores más. La competitividad de BASF en Europa se resiente de los elevados costes de la mayoría de las materias primas y combustibles y quiere deslocalizar las producciones intensivas en energía.

BASF anunció el año pasado que gastaría 500 millones de euros al año durante 2023 y 2024 para reducir sus costes, señalando que no se espera que los precios del gas vuelvan a los niveles anteriores a la guerra de Ucrania. Los precios del gas han caído desde entonces, pero podrían volver a subir este año a medida que China, que ha puesto fin a su política de “covid cero”, recupere la actividad económica.

Los cierres anunciados afectan a una de las dos unidades de producción de amoníaco del complejo industrial de Ludwigshafen, a otra de producción de caprolactama, que se utiliza para fabricar plásticos y fibras, y a unidades asociadas de fertilizantes. En el futuro, la planta de caprolactama de Amberes (Bélgica) será el único proveedor de la demanda del mercado local y europeo.

También se cerrarán otras unidades de producción de ciclohexanol y ciclohexanona, para la fabricación de nailon, así como de sosa pesada, y una unidad de ácido adípico utilizado para producir materiales sintéticos. La producción de este ácido a través de una empresa conjunta en Francia con Domo en Chalampé (Haut-Rhin) continuará.

Por último, el centro de producción de TDI, en el que se han invertido más de 1.000 millones de euros, se cerrará debido a su infrautilización. Los clientes serán atendidos desde plantas situadas en Estados Unidos y China.

BASF, que produce productos químicos para los sectores de la automoción, la agricultura y la construcción, aspira a obtener un beneficio de explotación de 5.400 millones de euros como máximo este año, por debajo de los 6.900 millones de euros logrados en 2022, que ya supusieron un descenso del 11 por cien. Se espera que las ventas alcancen un máximo de 87.000 millones de euros, lo que supondría el mismo nivel que el año pasado.

El año pasado las cuentas del monopolio cayeron en números rojos: en 627 millones de euros de pérdidas. A causa de las sanciones, ha cerrado sus instalaciones en Rusia. A ello hay que añadir las pérdidas ocasionadas por la voladura del gasoducto Nord Stream.

En la Bolsa de Frankfurt la cotización de las acciones ha bajado un 6,54 por cien.

En el cuarto trimestre del año pasado Alemania registró una caída del PIB del 0,4 por cien.

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