El hueco de China en el mercado mundial

China está siendo expulsada de los mercados capitalistas más consolidados y busca su hueco en los emergentes. Es un pilar de su estrategia desde 1949: el desarrollo hacia las zonas donde la competencia es menos fuerte, principalmente Asia, que es su principal zona de expansión económica.

Actualmente es el mayor socio comercial de la mayoría de esos países, habiendo superado a Estados Unidos. Por el contrario, las empresas tecnológicas chinas están siendo expulsadas de los mercados más desarrollados, e incluso de las bolsas de valores.

En Europa, el gobierno chino intentó crear el Grupo 17+1 para promover las relaciones económicas y comerciales con 17 países de Europa Central. Pero Lituania, que era uno de los países implicados, anunció el pasado mes de mayo que se retiraba de este espacio de cooperación, calificándolo de “divisor” del proyecto europeo, dando así testimonio del fracaso diplomático de la iniciativa.

China es el mayor prestamista internacional, con casi el doble de deuda pendiente que el Club de París, un grupo de 22 grandes acreedores oficiales del que China no forma parte. Ha establecido una red de líneas swap, es decir, acuerdos para proporcionar liquidez en caso de crisis, con unos 40 países, la gran mayoría de los cuales son países emergentes que no han firmado este tipo de acuerdo con ningún banco central de un país desarrollado.

China sigue una planificación a largo plazo, una política industrial muy estructurada, con un relevo en todos los estratos del mundo empresarial. Las Nuevas Rutas de la Seda son un ejemplo de ello. Pero también programas de apoyo a la investigación en determinados sectores de alta tecnología que podrían llevar a China a la frontera tecnológica. Es el primer país en cuanto a patentes concedidas en 2020, con unas 500.000 patentes, frente a las 300.000 de Estados Unidos o las 100.000 de Alemania. El país está a la vanguardia de sectores estratégicos como la computación cuántica, la inteligencia artificial, las aplicaciones de las tecnologías blockchain, etc.

Tras apoyar el crecimiento de las tecnologías digitales, el gobierno ha reaccionado bruscamente con un marcado endurecimiento desde finales de 2020. La nueva política ha salvado a las empresas más innovadoras del sector.

China invierte ahora casi tanto como Estados Unidos cada año en investigación y desarrollo (aproximadamente el doble que la Unión Europea en su conjunto), y su plan quinquenal prevé un crecimiento del gasto del 40 por cien en cinco años.

El objetivo de China es llegar a ser tecnológicamente independiente. Su objetivo es alcanzar el 70 por cien de autosuficiencia tecnológica en 2025. Su dependencia de los suministros extranjeros de semiconductores ha demostrado ser una vulnerabilidad muy fuerte. Sin embargo, todavía tiene que ponerse al día con Estados Unidos, que va por delante y sigue innovando.

China también tiene algún talón de Aquiles.

Uno de ellos es el choque demográfico que se avecina. Según el censo de 2020, la tasa de natalidad del país es baja (1,3 hijos por mujer) y está por debajo del objetivo fijado por el gobierno (1,8). La tasa de dependencia, es decir, el número de personas mayores de 65 años en relación con la población activa, que hoy es de 17 (frente a los 35 de Francia, por ejemplo), se espera que aumente a 60 en 2075. Se trata de un nivel que será similar al de la Unión Europea o Francia. No será un nivel récord (en Japón, Italia y Grecia, la tasa superará el 70, por ejemplo), pero es una tendencia problemática. Tendrá repercusiones negativas sobre la fuerza de trabajo y complicará la financiación de las pensiones, sobre todo porque las redes de seguridad aún no están maduras en el país.

China está endeudada, especialmente de las empresas, más del 160 por cien del PIB, es decir, una vez y media la media de los países emergentes. El gobierno ha puesto en marcha reformas para desinflar los riesgos financieros (especialmente el endurecimiento de la normativa en el sector inmobiliario), pero esa tendencia es reciente. El endeudamiento implica un riesgo de desestabilización periódica de la economía.

La toma de un puerto estratégico de Sri Lanka ilustra la trampa de la deuda, por el que los países que piden grandes préstamos a China se ven obligados a poner sus infraestucturas a disposición del gigante asiático.

China avanza en algunos sectores de alta tecnología y reforzará su independencia tecnológica, pero no podrá superar de forma significativa a las economías más innovadoras, como la de Estados Unidos, a medio y largo plazo. La inversión necesaria para dominar o incluso competir con los gigantes estadounidenses o europeos en su propio territorio es inalcanzable.

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