El hackeo del SEPE y la voladura del Maine

La crisis no es la consecuencia de una tragedia, sino al revés. Suele ser difícil demostrarlo para quien duda del relato dominante, pero de vez en cuando en España se producen episodios grotescos que ponen en evidencia que tras esa tragedia hay una finalidad, una oportunidad o un interés espúreo. El problema es que en España lo grotesco nos hace reír, pero no pensar.

La guerra y la manipulación van juntas

Las grandes guerras que habitualmente estudiamos en los libros de texto, naturalmente, no surgen de manera espontánea. Un aparente disparate, en palabras de Bismarck, desató la Primera Guerra Mundial, justo cuando la ciencia, la política y la economía alemanas estaban en ascenso y amenazaban con cuestionar el dominio geopolítico británico.

Eduardo VII, firme promotor de la campaña bélica contra Alemania, era un jugador geopolítico que operaba con la firme idea de que las acciones tenían consecuencias, y que conocidas las consecuencias, se puede escribir el futuro con cierta precisión, casi a modo de una bola de cristal.

Si bien esta forma de ejercicio de la política es muy antigua, tan antigua como la manipulación, también es cierto que el siglo XX ha alumbrado una estrategia política donde una idea puede ser una idea conspirativa, a la vez que lo contrario.

Teorías conspirativas buenas

Cuestionar en 1914 que la muerte de Franz Ferdinand fue una muerte premeditada y urdida más cerca de Londres que de Berlín, probablemente hubiera sido fuente de muchos problemas para quien lo afirmara. Incluso a día de hoy hay quien cuestiona que ese acontecimiento no fuera casual, pero aún así existe controversia.

Uno de los criterios más habituales para investigar un asesinato sin esclarecer es buscar los beneficiarios del deceso. Una herencia, un amante o una venganza cocinada con mucho tiempo de antelación suelen ser los móviles que se usan para esclarecer el crimen.

Uno de esos episodios notables donde la manipulación fue utilizada en todo su esplendor es el caso de la voladura del Acorazado Maine en La Habana, en 1898. Una extraña explosión, un magnate de la comunicación (Randolph Hearst) interesado en que los españoles se fueran definitivamente de Cuba, un buque estrella del incipiente imperio sorpresivamente desprotegido y una matanza de ciudadanos norteamericanos lo suficientemente grande como para invocar el Estado de Guerra, fueron suficientes para lanzar una teoría conspirativa: que las tropas españolas habían volado el Maine.

Pero para España la conspiración era justo la contraria: que Estados Unidos había promovido un autoatentado. Aquella teoría de la conspiración formó parte de la «tragedia de 1898».

En España, las calificadas como teorías conspirativas suelen estar impregnadas de dos extremos: de tragedia y de humor, a veces incluso a la vez. La garantía de que dicha teoría prospere, y no sea calificada de conspiración, viene determinada no por lo elaborada que sea, sino por quiénes sean los autores.

Berlanga, el SEPE y los rusos

Si Berlanga hubiera hecho un cortometraje cuya historia se basara en el espúreo interés de los soviéticos en las listas del paro españolas, aparte de verlo como algo absurdo, nos hubiéramos echado unas risas. De hecho, uno de los capítulos de la famosa historieta de Francisco Ibáñez Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo, contiene una tira donde un agente del KGB se infiltra en la antigua cola del INEM.

Pero no fue Berlanga ni Ibáñez quien dijo semejante parida, sino que ha sido el mismísimo Centro Nacional de Inteligencia, quien ha lanzado la teoría de la conspiración de que Rusia está muy interesada en el SEPE.

Mal le tiene que ir a Rusia para que un organismo absolutamente quebrado, con un déficit de más de 11.000 millones de euros al cierre de 2020 y que ha tenido que acudir al fondo de rescate SURE de la Unión Europea para pagar los últimos meses de ERTE’S, sea objeto de sus aspiraciones cibernéticas.

Pero decir que el SEPE se ahorrará con este supuesto hackeo unos cuantos millones, es una teoría de la conspiración, que será previsiblemente rechazada por la ciudadanía responsable mientras sus cuentas corrientes se vacían porque, por culpa de los rusos, los próximos meses no van a ver ni un duro.

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