El ejército canadiense dirigió la campaña de propaganda durante la pandemia

La pandemia ha sido una de las más intensas campañas de propaganda que ha conocido la historia, mayor que las de tiempos de guerra, incluidas las dos guerras mundiales del siglo pasado. En Canadá dicha campaña ha sido dirigida por el ejército, con el CJOC (Mando de Operaciones Conjuntas) al frente, dirigido entonces por el teniente general Mike Rouleau.

Blanco y en botella: hemos sido víctimas una guerra que tenía más que ver con la población propia que con los virus. El CJOC reconoce que la intoxicación propagandística era necesaria para evitar la desobediencia civil de los canadienses y reforzar los mensajes del gobierno. Vamos hacia una militarización de la sociedad civil.

El general Jon Vance, entonces Jefe del Estado Mayor de la Defensa, detuvo la iniciativa propagandística del CJOC después de que varios de sus asesores cuestionaran el plan. Vance llamó entonces al general de división retirado Daniel Gosselin para que investigara por qué el CJOC desató una operación de propaganda dirigida contra la propia población.

La investigación de Gosselin está fechada el 2 de diciembre del año pasado y la ha publicado el periódico National Post (*). El plan del CJOC se basaba en técnicas publicitarias similares a las utilizadas durante la guerra de Afganistán. Consistió en “dar forma” y “explotar” la información.

Gosselin revela que el plan no era simplemente el fruto de especialistas en propaganda militar “apasionados”, sino que el recurso a operaciones de información muestra “claramente una mentalidad que impregna muchos niveles del CJOC”. Sus miembros consideraron la pandemia como una “oportunidad única” para ensayar dichas técnicas entre la población canadiense.

El contralmirante Brian Santarpia, entonces Jefe de Estado Mayor del CJOC, resumió la actitud del mando de la siguiente manera: la pandemia “es una oportunidad de aprendizaje para todos nosotros y una oportunidad para empezar a integrar las operaciones de información en nuestra rutina”.

El mando militar la consideraba como “una oportunidad para supervisar y recopilar información pública para mejorar la concienciación para una mejor toma de decisiones del mando”, dice Gosselin, quien también señala que el personal del CJOC tenía una “palpable actitud despectiva” hacia los consejos y las preocupaciones planteadas por otros jefes militares.

Una iniciativa separada, no vinculada al CJOC, pero supervisada por oficiales de inteligencia del ejército, recogió información sobre las redes sociales en Ontario. Pusieron en marcha un plan propagandístico para cambiar las actitudes y comportamientos de los canadienses, así como recoger y analizar la información de las redes sociales.

También recopilaron datos sobre las manifestaciones de Black Lives Matter y sus dirigentes. Los oficiales superiores dijeron que la información era necesaria para garantizar el éxito de la Operación Láser, la misión del ejército para ayudar a los ancianos afectadas por el confinamiento en los asilos y contribuir a la distribución de vacunas en algunas localidades del norte.

Los dirigentes de Black Lives Matter cuestionaron que los militares reunieran información por su cuenta, señalando que se portaron bien y siempre respetaron las normas disciplinarias de la pandemia.

En su informe Gosselin exculpa al gobierno, que no autorizó la campaña. Los mandos militares creían que no necesitaban obtener la aprobación de la autoridad civil para desarrollar su plan. Sin embargo, el ejército canadiense reconoce que “las políticas y doctrinas de operaciones de información y de objetivos están destinadas a los adversarios y tienen una aplicación limitada en el ámbito nacional”.

Para forzar el confinamiento domiciliario, en septiembre del año pasado los militares falsificaron una carta del gobierno de Nueva Escocia en la que se advertía de la presencia de lobos sueltos en una zona concreta de la provincia. La carta se distribuyó entre los vecinos para que permanecieran encerrados en sus domicilios, lo que provocó llamadas de pánico a los funcionarios, que no sabían que los militares estaban detrás del engaño.

Como en otros países, en Canadá el ejército está implementando estrategias agresivas propias de la guerra de la información y tácticas para influir en los canadienses. Estas tácticas incluyen el uso de analistas de defensa y generales retirados para difundir mensajes de relaciones públicas militares y criticar a quienes plantean cuestiones sobre el gasto militar.

El ejército canadiense ha gastado más de un millón de dólares para formar a los oficiales en las mismas técnicas de modificación del comportamiento que utilizaba la empresa Cambridge Analytica, implicada en varios escándalos de manipulaciones electorales.

Hace varios meses, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa en funciones, el general Wayne Eyre, y la viceministra de Defensa, Jody Thomas, reconocieron en un documento interno que las iniciativas de propaganda se les habían ido de las manos. Una nota de 9 de junio de este año, firmada por Eyre y Thomas, admite “la realización de OI (operaciones de información) como parte de una operación nacional sin dirección o autoridad explícita del CDS/DM para hacerlo, así como la producción no sancionada de informes que parecían estar dirigidos a vigilar las actividades de los canadienses”.

(*) https://nationalpost.com/news/national/defence-watch/military-leaders-saw-pandemic-as-unique-opportunity-to-test-propaganda-techniques-on-canadians-forces-report-says/

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