El ejército británico lanzó armas bacteriológicas contra su propia población

El Ministerio de Defensa convirtió a Gran Bretaña en un laboratorio gigante para llevar a cabo más de 100 pruebas secretas de guerra bacteriológica entre 1940 y 1979 con sus propios conciudadanos. Un informe del gobierno de 60 páginas publicado en 2003 reveló los ensayos por vez primera.

Muchas de las pruebas consistieron en liberar sustancias químicas y microorganismos potencialmente peligrosos sobre amplios sectores de la población sin anunciarlo públicamente.

El personal militar fue instruido para informar a cualquier “indagador curioso” de que los ensayos formaban parte de proyectos de investigación sobre la contaminación atmosférica y climática. Las pruebas, llevadas a cabo por científicos gubernamentales en Porton Down, fueron diseñadas para ayudar al Ministerio de Defensa a evaluar la vulnerabilidad de Gran Bretaña si los rusos hubieran liberado nubes de gérmenes mortíferos sobre el país.

En la mayoría de los casos, los ensayos no utilizaron armas biológicas sino alternativas que los científicos creían que imitarían la guerra bacteriológica y que, según el Ministerio de Defensa, eran inofensivas. Pero las familias de ciertas zonas del país que tienen hijos con defectos congénitos exigieron una investigación pública.

El capítulo del informe titulado “The Fluorescent Particle Trials” revela que entre 1955 y 1963 varios aviones volaron desde el noreste de Inglaterra hasta la punta de Cornualles a lo largo de las costas sur y oeste, lanzando enormes cantidades de sulfuro de zinc y cadmio sobre la población. El producto químico se desvió tierra adentro varias millas y su fluorescencia permitió el seguimiento de la dispersión.

En otro experimento en el que utilizaron sulfuro de zinc-cadmio, remolcaron un generador a lo largo de una carretera cerca de Frome, en Somerset, donde emitió la sustencia química durante una hora.

Aunque el gobierno insistió en que los productos químicos son seguros, es sabido que el cadmio es una causa de cáncer de pulmón y durante la Segunda Guerra Mundial fue considerado por los Aliados como un arma química.

Otro capítulo, “Large Area Coverage Trials”, describe que entre 1961 y 1968 el Ministerio de Defensa expuso a bacterias a más de un millón de personas a lo largo de la costa sur de Inglaterra, desde Torquay hasta el Nuevo Bosque, incluyendo E.coli y Bacillus globigii, que imitan el ántrax. La emisión procedió de un barco militar, el Icewhale, anclado frente a la costa de Dorset, que pulverizaba los microorganismos en un radio de 5 a 10 millas.

El informe también revela detalles de los ensayos del DICE en el sur de Dorset entre 1971 y 1975. Participaron científicos militares estadounidenses y británicos pulverizando en el aire cantidades masivas de bacterias de Serratia marcescens, con un simulante de carbunco y fenol.

Entre 1952 y 1964 emitieron bacterias similares en “The Sabotage Trials”. Se trataba de pruebas para determinar la vulnerabilidad a los ataques contra grandes edificios gubernamentales y de transporte público. En 1956, las bacterias fueron liberadas en el metro de Londres a la hora de la comida a lo largo de la línea norte entre Colliers Wood y Tooting Broadway. Los resultados muestran que los gérmenes se dispersaron a lo largo de unas 10 millas. Pruebas similares se llevaron a cabo en túneles que discurren bajo los edificios gubernamentales de Whitehall.

En los experimentos llevados a cabo entre 1964 y 1973 pusieron bacterias en los hilos de las telarañas y las metieron en cajas para comprobar si los gérmenes podían sobrevivir en ambientes diferentes. Estas pruebas se llevaron a cabo en una docena de lugares en todo el país, incluyendo el West End de Londres, Southampton y Swindon. El informe también da detalles de más de una docena de ensayos de campo más pequeños entre 1968 y 1977.

Luego el Ministerio de Defensa encargó a dos científicos que revisaran la seguridad de estas pruebas. Ambos informaron de que no existía ningún riesgo para la salud pública, aunque se sugirió que los ancianos o las personas que padecían enfermedades respiratorias podían haber resultado gravemente perjudicados si inhalaban cantidades suficientes de microorganismos.

Sin embargo, algunas familias en las zonas más afectadas por las pruebas secretas están convencidas de que los experimentos han llevado a sus hijos a sufrir defectos de nacimiento, discapacidades físicas y dificultades de aprendizaje.

David Orman, oficial del ejército de Bournemouth, exigió una investigación pública. Su esposa, Janette, nació en East Lulworth en Dorset, cerca de donde tuvieron lugar muchas de las pruebas. Tuvo un aborto espontáneo y luego dio a luz a un hijo con parálisis cerebral. Las tres hermanas de Janette, que también nacieron en la aldea mientras se realizaban las pruebas, también han dado a luz a niños con problemas inexplicables, al igual que varios de sus vecinos.

Las autoridades sanitarias locales ha negado que haya un grupo de afectados, pero Orman cree que no es así. “Estoy convencido de que algo terrible ha sucedido. El pueblo era una comunidad muy unida y tener tantos defectos de nacimiento en tan poco tiempo tiene que ser algo más que una coincidencia”.

Un diputado, Norman Baker, consideró “inaceptable que el público haya sido tratado como conejillos de indias sin su conocimiento, y quiero estar seguro de que las afirmaciones del Ministerio de Defensa de que estos productos químicos y bacterias utilizados eran seguros son ciertas”.

El informe del Ministerio de Defensa traza la historia de la investigación del Reino Unido sobre la guerra bacteriológica desde la Segunda Guerra Mundial, cuando Porton Down produjo pienso con esporas mortíferas de ántrax que se arrojaron en Alemania para matar al ganado. También da detalles de los infames experimentos con ántrax en Gruinard en la costa escocesa, que dejaron la isla tan contaminada que no pudo ser habitada hasta finales de los años ochenta.

El informe también confirma el uso del carbunco bacteridiano y otros gérmenes mortíferos en pruebas a bordo de barcos en el Caribe y frente a la costa escocesa durante la década de los cincuenta.

Cuando a Sue Ellison, portavoz de Porton Down, le preguntaron si este tipo de pruebas todavía se estaban llevando a cabo, respondió: “No es nuestra política discutir las investigaciones en curso”.

https://www.theguardian.com/politics/2002/apr/21/uk.medicalscience

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