El asesinato de Kennedy 50 años después (3)

El escenario del
crimen: Dallas



Juan
Manuel Olarieta


Dallas era el escenario ideal, el
centro más reaccionario e imperialista de Estados Unidos, donde se
reunían grupos fascistas como la John Birch Society o los Minutemen.
Muchos tenían vínculos con los nazis, mientras que otros eran
peones de los monopolios petroleros y las industrias de defensa. El
escenario no queda completo sin tener en cuenta a los pistoleros
mafiosos y los grupos de contrarrevolucionarios cubanos. Eran las
distintas caras de una única moneda.

Lo que Pittsburgh es al acero, Dallas
es al petróleo. Kennedy tenía sus peores enemigos muy cerca, en la
misma capital tejana, en el grupo de presión Suite 8F, los
petroleros del partido demócrata. Para las elecciones de 1960
Kennedy les había prometido subvenciones por un supuesto agotamiento
del petróleo tejano (peak oil), pero dos años después predicaba
todo lo contrario.

Entre aquellos demócratas había dos
marionetas de los hidrocarburos, el vicepresidente Johnson y el
gobernador Connally. Éste estaba sentado delante en el mismo coche
del Presidente en el momento de los disparos y fue uno de los que
resultaron heridos. Había sido ministro de la Marina porque ésta la
mayor consumidora de petróleo.

Kennedy tenía enemigos por todas
partes, a la izquierda y a la derecha. Earl Cabel, el alcalde de
Dallas, encargado de proteger la ruta y la seguridad de la caravana
de automóviles en la que viajaba Kennedy, era hermano del general
Charles Cabell, despedido de la CIA junto con Allen Dulles tras el
fracaso de Playa Girón en 1961.

El 24 de mayo de 1954 la revista
«Time» puso al petrolero tejano Clint Murchison en portada.
Era el prototipo del magnate de Dallas. Con su socio Fulgencio
Batista proyectó la construcción de un túnel debajo de la bahía
de La Habana que la Revolución tiró por los suelos en 1959… Al
túnel y a Batista.

Murchison era un conocido nazi. Él
ponía el dinero para financiar al Partido Nazi de América, a la
John Birch Society, a toda clase de periódicos antisemitas y la caza
de brujas de McCarthy. Estaba tan vinculado al vicepresidente Johnson
como a la mafia. En 1955 un comité del Senado descubrió que el 20
por ciento de la Murchison Oil Company era propiedad de Vito
Genovese. También descubrió que Murchison mantenía vínculos
financieros muy estrechos con el capo de la mafia de Nueva Orleans,
Carlos Marcello.

Era el dueño del Hotel del Charro en
La Jolla, California, cuyos huéspedes más asiduos eran los mafiosos
Meyer Lansky, Santos Trafficante, Johnny Rosselli, Sam Giancana y
Carlos Marcello, los políticos Johnson, Nixon, Connally y la pareja
de policías Edgar Hoover y Clyde Tolson, director y subdirector del
FBI respectivamente.

A finales de 1940 Murchison y otro
magnate del petróleo de Texas, Sid Richardson, se reunieron con
Hoover. Fue el comienzo de una amistad duradera. La pareja Hoover y
Tolson invirtió mucho dinero en los negocios petroleros de
Murchison. En 1952 trabajaron juntos para organizar una campaña de
desprestigio contra el candidato presidencial demócrata Adlai
Stevenson que, menos de una década después, se convirtió en un
político muy cercano a Kennedy y representante de Estados Unidos
ante la ONU. Los fascistas tejanos le acusaban de haberse vendido al
organismo internacional, al que consideraban como un «instrumento
de los comunistas». El día en que se celebraba el aniversario
de la fundación de la ONU Stevenson fue agredido en la capital
tejana por los fascistas.

Murchison era amigo de Madeleine
Duncan Brown, tejana y amante de Johnson, quien el día antes del
asesinato de Kennedy estuvo en una reunión en la casa de Murchison
en Dallas, que describió como «uno de los más importantes
encuentros en la historia de Estados Unidos».

Otras fuentes incluyen entre los
invitados de la reunión a la pareja de policías Hoover y Tolson, al
magnate del petróleo Haroldson Hunt, a John J. McCloy, a Richard
Nixon y algunos miembros del grupo de presión Suite 8F. A última
hora de la tarde también llegó el vicepresidente Johnson. Su amante
narró así aquella escena:

«La tensión llenó la sala a su
llegada. El grupo inmediatamente se reunió a puerta cerrada. Poco
tiempo después Lyndon [Johnson], ansioso y rubicundo, reapareció.
Yo sabía cómo operaba Lyndon [Johnson] en secreto. Por lo tanto no
dije nada […] ni siquiera que yo estaba contenta de verle.
Apretando mi mano tan fuerte, a su juicio, aplastada por la presión,
habló con un susurro callado, mascullando, en mi oído, no un
mensaje de amor sino uno que siempre recordaré: ‘Después de mañana
los malditos Kennedy nunca me avergonzarán de nuevo; no es una
amenaza, es una promesa'».

Para la reacción tejana Kennedy
estaba vendiendo el país a los comunistas y a los negros. Los días
anteriores a su visita habían aparecido repartidos por Dallas más
de 5.000 carteles con su foto de frente y de costado, como los
fugitivos, con la inscripción: «Se busca por traidor». El
mismo día del atentado los fascistas tejanos insertaron en el diario
republicano de la capital, «Dallas News», una hoja entera
de publicidad criticando al presidente. El clima de tensión era tan
alto que el jefe de policía de la ciudad tuvo que aparecer en
televisión la misma mañana del 22 de noviembre para hacer un
llamamiento a la calma.

Era la calma que precedía a la
tormenta.



Serie completa: El asesinato de Kennedy 50 años después

– El club de los hijos de puta (1)
– De la alta sociedad a los bajos fondos (2)
– El escenario del crimen: Dallas (3)
– Operación Paperclip (4)
– La aristocracia del espionaje nazi en Estados Unidos (5)
– La camarilla nazi-zarista de Dallas (6)
– El chivo expiatorio: Lee Harvey Oswald (7)
– La infiltración de Oswald en los medios progresistas (8)
– Todos los hilos conducen al mismo sitio (9)
– El asesinato del asesino (10)
– Epílogo para un crimen perfecto (y 11)
– ‘Tenemos que convencer al público de que Oswald es el verdadero asesino de Kennedy’

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