Dios los cría y ellos se juntan

Quién
es Pablo Iglesias.
Una
breve
contextualización
del intelectual posmoderno y reformista*

Decía
Gramsci que, a la par que una clase social
fundamental**
nace
(casi siempre, con la única excepción del proletariado, de la
descomposición general del modo de producción anterior -ya se sabe:
la muerte también da vida, que sostenía Engels), a la vez que esta
se forja, crea, asimismo, para consigo, la intelectualidad que
defienda sus intereses de clase (antagónicos con los de otra).
La
crisis del feudalismo empezó con la pérdida de poder económico por
parte de la clase dominante, terreno en el cual sólo conservaba
apenas fuerza en el campo. Los señores feudales tenían que lidiar
en política con el ascenso de una burguesía envalentonada.

Ante
la descomposición del modo de producción feudal, la burguesía, en
su fase incipiente, creó con ella los intelectuales que defendían
sus
intereses
de clase. La Ilustración es el

paradigma
de la filosofía burguesa revolucionaria. Voltaire,
Montesquieu,
Diderot,
Locke, D’Alambert, etc. fueron el cimiento filosófico e ideológico
de la revolución burguesa, que precedió a la revolución política
-la revolución francesa- pero que sucedió a la revolución
económica -la revolución industrial. Un mismo proceso,
evidentemente con sus particularidades, tiene lugar en el seno de
cada clase social
fundamental.

Sin
embargo, no sólo la clase social dominante produce a sus defensores,
sino que, además, en tanto que dominante, produce a los dominados,
con la excepción única del proletariado, ya que la burguesía, a la
que que oprime bajo su dictadura, ya había nacido junto a él. La
condición para que exista la propiedad privada es la privación de
propiedad a un grupo de seres humanos. Más de uno acusaba a la
propiedad privada de «privarnos de todo». La expropiación de la
burguesía a gran parte de la población provoca el surgimiento de la
clase desposeída: el proletariado.

La
clase obrera pronto se organiza. Primero lo hace por motivos de tipo
económico
(salario,
asistencia laboral, condiciones de trabajo, accidentes, etc.); luego,
a medida que se va cohesionando, los socialistas introducen desde
fuera el comunismo y se cambia de miras. La lucha ya no es tanto una
lucha económica como una lucha política, un campo de batalla donde
se hallan dos clases antagónicamente enfrentadas, donde una tiene el
poder y la otra no, y esta última es oprimida de múltiples maneras
por la primera. Los trabajadores han de conquistar el poder mediante
la violencia
para
suprimir su explotación y, con ella, la de toda la humanidad
.

Debido
a la comprensión de la necesidad de la revolución por parte de los
obreros, la burguesía, dueña de todo el poder, se ve obligada a
recurrir a la clase obrera (de nuevo) para perpetuar su orden.
Soborna a una parte de los obreros para que estos introduzcan la
ideología y la política burguesa en el seno de la clase proletaria.

Algo
parecido ocurre en las capas de los intelectuales: muchos defensores
de la política y de la ideología burguesa adoptan el marxismo de
palabra para tergiversarlo, llaman a los obreros (la posmodernidad
hace que ahora sean
ciudadanos
los
apelados) a actos inofensivos, históricamente neutralizados y
asimilados por la clase dominante. Este fenómeno se conoce como
reformismo
o
revisionismo
y
tiene como base social a la pequeña burguesía y, sobre todo, el
grupo mencionado anteriormente, la aristocracia obrera. Sin embargo,
no hay que olvidar que,
aunque
la base social de esta ideología sean los pequeño-burgueses y los
más privilegiados de la clase obrera,

quien produce, quien hace nacer esta política, es la misma
burguesía, la gran burguesía, que siembra la corrupción entre las
filas obreras,
y
es ella quien más sale ganando con esto
.

La
burguesía, creadora del orden económico
y
social
existente, también crea a sus intelectuales.
Es
oportuno, no obstante, hacer una distinción en función de la época
histórica:

los
intelectuales de ahora
no
son de ninguna forma
iguales
a los intelectuales de la Ilustración. Antes de la revolución
burguesa, antes de la toma del poder por parte de la burguesía, esta
necesitaba el conocimiento verdadero del mundo (limitado por el
desarrollo de las fuerzas productivas
y
su posición de clase
)
para transformar la realidad. En este sentido, los intelectuales
burgueses del siglo XVIII y parte del XIX en los países capitalistas
más avanzados eran progresistas, aportaban con su obra a la causa de
la humanidad. Sin embargo, después de haber subido la burguesía al
poder, necesita intelectuales, necesita de ideología que justifique
el statu quo. En este sentido, los intelectuales burgueses se vuelven
reaccionarios. Las distintas ideologías burguesas que tienen lugar
en la fase reaccionaria de
l
dominio de la

burguesía no es más que un
intento
brusco y a la vez rebuscado de legitimar
la
explotación, el saqueo y la masacre del proletariado y de los
pueblos oprimidos.

Ella misma se ve obligada a crear intelectuales de 
distintas
tendencias
 para
controlar
ideológicamente a

la población, pero asimismo cerca el terreno: los 
disidentes de
su orden deben estrictamente encorsetar toda su crítica dentro de
los márgenes 
propios,
es decir, dentro de su Constitución, sus normas y sus leyes.
Las
diferencias no son pues
significativas,
como sí lo eran en su época incipiente.

La
crisis general
en
la que el
capitalismo
se
halla sumergido
exige
a la burguesía
recambiar
las
piezas ya degastadas. El PP y el PSOE, partidos que venían a
sustituir al Movimiento Nacional
(que
ya estaba desgastado en los años 60 y 70, por eso se cambió por el
bipartidismo)
,
se hallan en una profunda crisis. Y sólo desde este contexto podemos
enfocar el auge, promocionados por los poderosos mismos, de muchos
intelectuales
de
izquierda
(Pablo
Iglesias, Juan Carlos Monedero, etc.) que tienen voz en los medios
del régimen, ya sean en formato televisivo (Intereconomía, Cuatro,
La Sexta) o
por
escrito

(Público, El País).
No
son más que un recambio de los actuales políticos decadentes
de
los poderosos; l
a
voz de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía, que no
propone, ni en la teoría ni en la práctica, la superación del modo
de producción capitalista.
Las
tertulias en especial cobran cierto interés respecto a lo que
estamos tratando, donde en un plató televisivo se reúnen todos
los
pregoneros de la clase dominante

a discutir cómodamente
las
distintas maneras de gestionar

un asunto, donde se aparentan incluso
enfados.
Pero
no son más que sillones para todos, charlataneo e incluso risas.
Todo
para distraer al personal, con la que está cayendo
por
otros lares
,
lluvia
de males
que
sólo puede ser combatid
a
por
otra
senda
.
No es más que apariencia: el circo mediático, ahora con
más
mano
izquierda, tiene dueño, tiene Sumo Creador.
Dios
los cría y ellos se juntan
.

Notas:

*
El
autor no se ha encomendado la tarea de elaborar una crítica general
de las concepciones de Pablo Iglesias mediante este artículo, sino
intentar de ilustrar al lector con un esbozo (con las limitaciones
que ello conlleva) de los factores económicos, políticos,
ideológicos, sociales, etc. que propician el actual auge de
intelectuales similares a Pablo Iglesias.
Para
una crítica
algo
más
detallada de este tipo de sujetos, véase el siguiente artículo de
Manuel Navarrete
http://www.insurgente.org/index.php/template/politica/item/9156-el-egorrevisionismo-teor%C3%ADa-y-praxis

**
Cuando
Gramsci dice clase social “fundamental”, se está refiriendo a
aquellas clases que “
históricamente
se
encuentran en disposición de asumir el Poder y la dirección de las
otras clases, como, por ejemplo, la burguesía y el proletariado

(A.
Gramsci,
La
formación de los intelectuales
,
Ed. Grijalbo, Barcelona, 1974)

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