De Voltaire a Charlie Hebdo: la miseria del nihilismo

Juan Manuel Olarieta

Fuera de Francia la prensa internacional se está esforzando por engañar a sus lectores acerca de la verdadera naturaleza de la revista Charlie Hebdo. Por todas las falsedades basta la presentación de la BBC, que la califica como de extrema izquierda, mientras el New Yorker la define de izquierda y anarco-libertaria, «sin una línea ideológica clara». Pero si no tiene una línea ideológica, ¿cómo afirmar que es anarco-libertaria?

Las explicaciones de los medios coinciden en apuntar a Voltaire como fuente del estilo crítico francés, un autor que no tiene parangón en otras culturas nacionales, por lo que no es fácil de explicar. Sin embargo, cualquiera entiende lo que son las clases sociales y la ideología dominante. No es necesario un esfuerzo muy grande para comprender que los opresores y los oprimidos no están en el mismo plano.
Pues bien, señores: en sus estúpidas explicaciones ustedes están ocultando lo esencial, a saber, que Voltaire tomó partido por los oprimidos, que su acerba crítica se dirigió contra el catolicismo, uno de los pilares del Antiguo Régimen.
Creo que seremos muchos los que estaremos de acuerdo con que existe algo que no tiene la más mínima gracia: reirse de los explotados, de los oprimidos, de los humillados, de todos aquellos, en fin, que han sido sometidos a una condición de inferioridad.
También estaremos de acuerdo en que no hay nada más fácil que reírse de ellos y que lo complicado, lo que te amarga la vida, es lo contrario: utilizar la crítica, como hizo Voltaire, contra los poderosos, los que te pueden hundir, como se la hundieron a él, que tuvo que exiliarse de Francia a causa de sus escritos.
Voltaire no era nihilista, algo que hoy está de moda, típico de esos personajes, algunos de los cuales -incluso- se llaman marxistas, que no están con unos ni con otros. Unos les parecen malos y los otros también. Siempre ponen las cosas en el mismo plano. Obama es un canalla pero Bashar Al-Asad (o Milosevic, o Ajmadineyad, o Gadafi) no es mejor que él. Se trata de meter a todos en el mismo paquete, que es el colmo de la ineptitud, algo propio de quienes se creen por encima de las clases y de la lucha de clases.
Por el contrario, el marxismo es esencialmente partidista, es decir, que toma partido en un enfrentamiento, lo cual es la negación del nihilismo. Los explotados no son igual que los explotadores, los agredidos no son igual que los agresores, y si alguien no es capaz de diferenciar entre ambos bandos es porque el asunto le resulta ajeno y, en consecuencia, no es capaz de profundizar en él lo suficiente.
Decía Lenin que el imperialismo es el capitalismo en descomposición, un modo de producción que en su lenta agonía se pudre y todo lo pudre. Los nihilistas no muestran más que esa podredumbre, de la cual -por cierto- forman parte. Como ellos son una mierda creen que todos tienen esa misma condición asquerosa.
Pero Charlie Hebdo ni siquiera era nihilista: formaba parte integrante del aparato ideológico del imperialismo francés. Por eso, a diferencia de Voltaire, sus redactores nunca se tuvieron que exiliar, sino todo lo contrario. Por eso el capitalismo internacional se está volcando para que Charlie Hebdo continúe. La ministra de Cultura, Fleur Pellerin, ha anunciado en la televisión que va a poner un millón de euros a disposición de la revista para garantizar su sostenibilidad a largo plazo. En Estados Unidos Google ha anunciado que a través de su fondo de empresas informáticas y prensa va a destinar 250.000 euros al diario. En Inglaterra The Guardian se ha comprometido a financiar la continuidad con 100.000 libras.
Con una tirada de 60.000 ejemplares, el semanario estaba otra vez al borde del cierre en el momento del atentado. La tirada de la semana que viene, que se hará en los locales del diario Liberation, será de un millón de ejemplares. Tenemos garantizada la provocación para rato.

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