De los bancos de alimentos a los bancos de calor

La situación en Gran Bretaña es alarmante. Corren tiempos difíciles, sobre todo porque los precios de la energía están por las nubes. El 60 por cien de los británicos tiene que restringir la calefacción y uno de cada cuatro ni siquiera puede encenderla. Son 4,3 millones de familias obreras pasando frío.

Los bancos de alimentos ya no son los únicos que ayudan a una población empobrecida. Varios ayuntamientos, en colaboración con asociaciones caritativas y la Iglesia, han habilitado numerosos lugares (teatros, bibliotecas, iglesias, cuarteles, cafés) para calentarse durante unas horas.

Es el caso de una madre que ahora acude a la biblioteca de Ipswich (1). La temperatura es de 21°C y ofrecen bebidas calientes. Una trabajadora que acude regularmente a un banco de calor en Birmingham relata su experiencia. Tiene dos trabajos, pero cuando no trabaja, no se puede quedar sola en casa durante el día. “Aquí hace más calor que en casa. Hace demasiado frío en mi casa. Cuando mi marido trabaja, cuando los niños están en el colegio, no enciendo la calefacción para mí”, dice.

Los bancos de calor se han convertido en puntos de encuentro, como la biblioteca de Ipswich, que está repleta de un público que no puede encender la calefacción en su casa, ni la nevera, ni la lavadora, ni el agua caliente…

Algunos centros empaquetan bolsas de peras, manzanas, plátanos y patatas, que se venden por dos libras. Otros habilitan duchas y lavadoras. En esos lugares, hay quienes buscan un poco de calor, pero también quienes, escasos de dinero, buscan alimentar a sus hijos cada día.

Entre los asiduos de estos bancos de calor hay muchos trabajadores que tienen un empleo estable, pero al que sus salarios no alcanzan. De todas las edades, a veces son remitidos al banco de alimentos cuando no pueden permitirse comprar comida todos los días del año.

En Suffolk, las 45 bibliotecas se han convertido en bancos de calor, abiertos a todos. El Ayuntamiento de Ipswich también proporciona espacios calientes en los centros deportivos.

En Bristol, el alcalde laborista, Marvin Rees, advirtió de la gravedad de la situación: “Casi parece la guerra, pero trabajaremos con las organizaciones comunitarias para habilitar lugares cálidos donde la gente pueda acudir si lo necesita”. Consideradas una idea brillante, estas zonas cálidas también horrorizan a otros, ya que nunca deberían implantarse. “Me parece desconcertante que mi pareja y yo, que tenemos trabajos a jornada completa, tengamos que venir aquí cada semana a por fruta y verdura”, dice Libby, una trabajadora de 23 años. Ella y su pareja sólo encienden la calefacción una hora al día por la noche para calentar el piso.

En los cafés o bibliotecas donde hay libros disponibles, no se presiona a la gente para que lea o tome prestados libros. Todos son bienvenidos. Más que lugares para sentir calor, son también lugares para hablar, para olvidarse de las dificultades.

En internet se ha abierto una página para encontrar el banco de calor más cercano de un domicilio (2). Cada día la web aumenta el número de visitas. Ya hay más de 4.000 sitios registrados donde poder pasar el invierno.

“Somos la quinta economía mundial. Es una acusación contra el gobierno”, afirma Jason Baldry, el administrador de la web. “Ni siquiera debería existir” una web asi, añade.

El dinero procede de la baneficencia. Los ayuntamientos acogen con satisfacción esta oleada de solidaridad pero, al mismo tiempo, temen que la necesidad de bancos calientes se convierta en algo permanente, típica de cada invierno.

(1) https://www.theguardian.com/business/2022/dec/13/hot-drinks-free-coats-cold-hungry-children-the-shocking-reality-of-britains-winter-warm-banks
(2) https://warmspaces.org/

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