Bielorrusia paga con una «revolución de color» el no aceptar las indicaciones sobre el coronavirus

Bielorrusia tuvo sus elecciones presidenciales el domingo pasado, y las apuestas no daban como ganador a Alexandr Lukashenko, un presidente que ha denunciado, precisamente, que ha sido extorsionado por el FMI para que acepte el confinamiento si quiere acceder a préstamos del organismo.

The Economist ya habla de «la forma correcta de deshacerse de Lukashenko», mientras que Chatham House, el laboratorio de pensamiento de la Casa Real británica, insiste en que es hora de «jugar duro» en Bielorrusia .

El ministro de Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell, también se ha involucrado, emitiendo una declaración de que las elecciones de Bielorrusia no fueron «ni libres ni justas», y que «el pueblo de Bielorrusia se merece algo mejor».

Las acusaciones de fraude electoral dan igual. Si hubiera ganado la candidata opositora, la «guaidó bielurrusa», todo hubiera ido bien. Pero ninguna de las personas que sostienen las acusaciones de fraude ha proporcionado ninguna evidencia para respaldarlo, y parece lógico sospechar cuando no hay evidencias.

También es perfectamente cierto que a Europa, y al mundo occidental en general, no les importa lo más mínimo que las elecciones sean justas. Basta recordar lo que fueron las elecciones ucranianas de 2014. La maximización de las imágenes de la represión de las protestas opositoras contrastan con el silencio mediático que pudo haber, por ejemplo, en la brutal represión de los chalecos amarillos en Francia.

Hacer las marchas en Minsk con mujeres con aspecto de modelos, con flores y vestidas de blanco es un buen toque de imagen.

La supuesta corrupción o la violencia policial nunca han sido ningún obstáculo para hacer negocios con Occidente, si Lukashenko hubiera estado dispuesto a ser dócil y estar al servicio de la agenda de la OTAN y del FMI. La política del Presidente sobre el coronavirus muestra que es un gobernante independiente, por lo que la tolerancia occidental se ha terminado, y el objetivo es colocar a las puertas de Rusia un gobierno títere sostenido por los Estados Unidos y la Unión Europea. No hace falta darle más vueltas.

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