Aniversario

Hoy, 25 de abril, se cumplen 42 años del glorioso 25 de abril de 1974 en que la llamada «revolución de los claveles» acabó con la dictadura en el vecino país y desconocido Portugal. Fue una asonada protagonizada por militares hartos de una dictadura salazarista sin salida y putrefacta con su testaferro Marcelo Caetano en su última etapa, y de las onerosas y engorrosas colonias africanas (Angola y Mozambique, sobre todo). No hubo sangre ni tiros y sí una alegría desbordante en el pueblo. La señal fue el compás radiofónico de una canción «Grandola Vila Morena» (terra da fraternidade) interpretada por el revolucionario bardo Jose “Zeca” Afonso cuyo eco y sonido todavía nos pone la carne de gallina a quienes vivimos aquellas inolvidables fechas.

Se habló de una «Cuba comunista» en Europa, algo que, al margen de la evidente exageración, no se podía consentir, y a ello se puso, desde el primer minuto, la embajada norteamericana en Lisboa y la CIA. Primero ensayaron con golpes de mano de militares nativos cuasi fascistas como el vetusto general Spinola y, fallando este espadón, echaron mano de un político en el exilio con vitola de socialdemócrata y líder del Partido Socialista portugués, Mario Soares, el Felipe González luso que no tardó mucho en enfriar los ánimos hasta finalmente traicionar las expectativas populares, como no se cansara de denunciar el gran dirigente del Partido Comunista portugués, Alvaro Cunhal, y otros militares de corte revolucionario como Vasco Gonçalves, Rosa Coutinho u Otelo Saraiva de Carvalho, por ejemplo.

Mucho tiempo ha pasado, es cierto. Más tiempo ha pasado desde los idus de marzo, y nos seguimos acordando tanto de estos como de aquella efeméride. Hay quien cree que el tiempo, su paso, lo cura todo y que todo se olvida; pues bien, el tiempo, su paso, cura y no cura nada, y se olvida y no se olvida nada, eso es todo y como todo. En nuestra mano está y de ello depende todo.

Desde este modesto blog sólo queríamos recordar -no vemos su evocación en ninguna parte- aquella fecha donde, al menos, en cierto modo, hubo una ruptura democrática que hizo temblar y temer con un posible efecto contagio a la vecina España con Franco agonizante mientras ya estaban diseñando desde los cuarteles de la CIA y militares españoles la milagrosa «Transición democrática» lampedusiana, es decir, cambiar algo para que todo, o casi todo, siga igual.

Allí, ruptura; aquí, ni eso. Por lo menos, una diferencia cualitativa.

Buenas tardes.

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