Alemania y Rusia están condenados a entenderse después de dos guerras mundiales

El esfuerzo de la burguesía alemana por llegar a un acuerdo con la Unión Soviética acabó abruptamente en 1933, cuando los nazis impusieron la política contraria: expansión hacia hacia el este (“Drang nacht Osten”).

Otro esfuerzo parecido comenzó en 1969 con Willy Brandt a la cabeza del gobierno alemán, la “Ospolitik”, que en plena Guerra Fría buscaba un nuevo acuerdo con Moscú, que desde entonces está siendo saboteado por Estados Unidos de manera sistemática.

“El interés primordial de Estados Unidos, por el que hemos librado guerras durante siglos, la Primera, la Segunda y la Guerra Fría, ha sido la relación entre Alemania y Rusia, porque unidas son la única fuerza que podría amenazarnos. Y tenemos que asegurarnos de que eso no ocurra”, dijo George Friedman, Director General de Stratfor, la pantalla creada por la CIA.

Desde el punto de vista estratégico es lo que ahora está ocurriendo en Ucrania, donde la crisis tiene el objetivo -desesperado- de enfrentar a Rusia con Alemania y de impedir la apertura del gasoducto Nord Stream 2. Washington lo considera como una amenaza a su primacía en Europa y lo ha intentado sabotear en todo momento.

A pesar de ello, Nord Stream 2 ha seguido adelante y ya está plenamente operativo. Solo faltan los papeles. En cuanto Bruselas emita la certificación final, comenzarán las entregas de gas. Las empresas alemanas dispondrán de una fuente fiable de energía limpia y barata, mientras Rusia verá aumentar considerablemente su balanza de pagos. Es una situación en la que ambas partes salen ganando.

Estados Unidos no quiere que Alemania se libere de la tutela que le impuso en 1945 porque el estrecharía vínculos con el este y acabaría con los Estados vasallos que se interponen en medio, como los bálticos, Polonia y la propia Ucrania. A medida que las relaciones mejoran, se levantan las barreras comerciales, se relajan las normas, aumentan los viajes y el turismo y se establecen nuevos lazos de seguridad.

Si Alemania y Rusia fueran socios comerciales, no serían necesarias las bases militares estadounidenses, ni los costosos sistemas de armas y misiles que vende Estados Unidos. Tampoco la OTAN sería necesaria. Las transacciones energéticas no se pagarían en dólares estadounidenses, ni habría necesidad de acumular bonos del Tesoro de Estados Unidos para equilibrar las cuentas. Los intercambios entre los socios se podrían realizar en sus propias monedas, lo que seguramente precipitaría una fuerte caída de la cotización del dólar.

Por eso Estados Unidos se opone al Nord Stream 2. No se trata sólo de un gasoducto, sino de una ventana al futuro que facilitaría el acercamiento de Europa a Asia y, posiblemente, una gigantesca zona de libre comercio que dejaría a Estados Unidos fuera de juego.

La mejora de las relaciones entre Alemania y Rusia perjudica los pilares que Estados Unidos mantiene desde hace 75 años. Es lógico que Washington haga todo lo posible para sabotear el Nord Stream 2 y mantener a Alemania bajo su férula. Es una cuestión de supervivencia.

Ucrania es el arma elegida para torpedear el Nord Stream 2 y crear una brecha entre Alemania y Rusia. Washington fomenta la impresión de que Rusia es una amenaza para la seguridad de Europa. Putin es un agresor sanguinario con un temperamento despótico. Nadie se debería fiar de él. Para crear esa imagen es primordial recurrir a una intoxicación masiva, como la que estamos soportando desde hace semanas.

Desde la disolución de la Unión Soviética, es decir, desde hace 30 años, Estados Unidos ha invadido o derrocado gobiernos en más de 50 países y mantiene más de 800 bases militares en todo el mundo, especialmente, junto a las fronteras de Rusia.

Estados Unidos no tiene ninguna posibilidad militar de golpear a Rusia contundentemente. Como todos los matones, se tiene que conformar con amenazar. Su verdadero objetivo no es Rusia, sino Alemania. Cualquier acción que Rusia adopte en Ucrania será el pretexto para sabotear el gasoducto. Por lo tanto, la táctica de la OTAN en Europa oriental consiste en tensar la situación con provocaciones o atentados de falsa bandera para forzar a Rusia a morder el anzuelo, por ejemplo en el Donbas.

Si el Kremlin da un paso en falso, los medios de comunicación volverán a la carga para lograr el objetivo: el cierre definitivo del Nord Stream 2. Ahora bien, a principios de este año, Biden presionó al Congreso para que no impusiera más sanciones a la apertura del gasoducto por la “transición ecológica”. Alemania está cerrando sus centrales nucleares y necesita el gas natural para cubrir su déficit energético.

A Estados Unidos no le quedó más remedio que fabricar una amenaza externa lo suficientemente grande como para que Alemania se viera obligada a bloquear la apertura del gasoducto. Por su parte, Alemania sigue decidida a ponerlo en marcha, independientemente de la tensión en Ucrania. Pero eso podría cambiar en cualquier momento. Estados Unidos tiene que tener más bazas guardadas porque se juega mucho.

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