Alemania se acerca a Rusia y se aleja de Estados Unidos

Óscar Miguélez

El descubrimiento de dos espías dobles en el BND (centro alemán de inteligencia) ha levantado el tono de los ataques verbales contra Estados Unidos por parte de los políticos y la prensa alemanes. Bajo la retórica propia de la diplomacia oficial, hay marejada de fondo. La escasa magnitud del asunto no justifica el nuevo lenguaje que empieza a aparecer entre los imperialistas alemanes.

El 28 de mayo el BfV (Oficina federal para la protección de la constitución) desenmascaraba a un joven espía de 31 años que proporcionaba información a la NSA a través de la embajada de Estados Unidos en Berlín a cambio de cantidades ridículas de dinero.

Uno de los espías no era precisamente el 007 de las películas de la guerra fría, las persecuciones trepidantes y las chicas de buen ver. A los espías les basta con tener buenas orejas, mientras que el agente doble alemán era un joven minusválido de 31 años con una discapacidad motora y de la palabra, que trabajaba en el BND en Pullach, cerca de Munich, dentro de un departamento anodino: «Área de intervención/Relaciones exteriores».

Según las informaciones de la prensa alemana, contactó a finales de 2012 con Estados Unidos en la embajada de Berlín a través de correo electrónico ofreciendo sus servicios, seguramente porque con el sueldo no llegaba a fin de mes. Desde el inicio de su colaboración pasó unos 200 documentos secretos a cambio de 25.000 euros.

Inicialmente las informaciones de la prensa alemana dijeron que las filtraciones del espía se habían centrado en la obtención de información relativa a la comisión parlamentaria que investiga el espionaje de otros países (Estados Unidos) dentro de Alemania. Luego tuvieron que reconocer que era falso: sólo dos de los documentos entregados a la NSA pertencían a la comisión parlamentaria.

El «escándalo» de espionaje no era nada novedoso. Ni siquiera había tal escándalo. Lo realmente novedoso ha sido reacción política que le siguió, que alcanzó cotas extremadamente virulentas, desde luego inusuales cuando en Alemania se habla de un tema tabú desde la posguerra: las relaciones con Estados Unidos.

El escenario no se pudo seleccionar de mejor manera: inmediatamente antes de la recepción oficial del 4 de julio, la fiesta nacional estadounidense, el ministerio de Asuntos Exteriores convocó al embajador estadounidense en Berlín John Emmerson para una «entrevista».

Angela Merkel realizó su declaración en Pekín durante un encuentro con Li Keqiang, el primer ministro de China, uno de los principales rivales de Estados Unidos en el escenario internacional. La canciller alemana acusó a Estados Unidos de «abuso de confianza» y calificó los hechos de «muy graves» porque estaban en contradicción con lo que ella entiende como «una cooperación basada en la confianza».

El presidente alemán, Joachim Gauck, que comenzó su carrera política como jefe de los archivos de la Stasi, siempre había guardado un silencio escrupuloso sobre el espionaje de la NSA hasta la fecha. Pero esta vez se pronunció abiertamente en la cadena de televisión ZDF sobre las acusaciones de espionaje dirigidas contra Estados Unidos. Si fueran fundadas, dijo, «entonces estamos jugando con la amistad, con una estrecha alianza». «Ya basta», concluyó.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, comentó el asunto mientras estaba de visita en Mongolia. Si las denuncias fueran ciertas, dijo, «no sería ninguna bagatela». Instó a Estados Unidos a «aclarar» el incidente tan rápido como sea posible, «por el propio interés de Estados Unidos».

A principios de julio Stefan Kornelius, redactor jefe de política internacional del diario Süddeutsche Zeitung, escribió: «Si se confirma que un servicio de inteligencia de Estados Unidos utiliza los servicios de un funcionario del BND como agente doble, Alemania y Estados Unidos entrarían en una crisis política de dimensiones desconocidas hasta el momento».

«Es así como se destruyen las alianzas», se lamentó Kornelius cuyo servilismo hacia Estados Unidos es bien conocido en Alemania. Para limitar el daño, hizo un llamamiento a Washington para «arrojar luz sobre las responsabilidades y las razones por las que un servicio de inteligencia amigo había sido infiltrado». Eso podría acarrear «consecuencias personales». ¿Personales?

Parece evidente que los imperialistas alemanes están rebotados, pero no hay proporción con otro tipo de «escándalos» anteriores, mucho más serios, que no merecieron reproches tan severos. El espía desenmascarado no era más que un peón, que son los primeros en ser sacrificados en el tablero. No desempeñaba ninguna función relevante dentro del BND, lo que se demuestra por su salario, muy modesto para lo que se acostumbra a pagar a los espías 007.

Muy poco antes de este «escándalo» el presidente del BND, Gerhard Schindler, defendía la cooperación de su institución con la NSA como algo indispensable. A su comentario le siguió inmediatamente la revelación de que entre 2004 y 2007 el BND había entregado a la NSA gran cantidad de información procedente de un centro de internet ubicado en Frankfurt. Si el BND y la NSA trabajan tan estrechamente, preguntaba un comentarista: ¿qué sentido tiene esta escalada verbal?

El agente doble no ha descubierto, pues, nada que no se supiera. Ante una comisión del Parlamento dos antiguos funcionarios de la NSA, Thomas Drake, y William Binney, ya habían testificado que los lazos entre los dos centros de espionaje eran tan estrechos que se podía calificar al BND como «un anexo de la NSA». Drake incluso acusó al BND de proporcionar datos a Estados Unidos para que llevara a cabo ataques con «vehículos aéreos no tripulados».

En comparación con las actividades de vigilancia destapadas por Snowden, este último caso de espionaje es más bien minúsculo. La NSA y otros centros de espionaje controlan a millones de personas de manera ilegal en Alemania, han llegado a colocar escuchas en los móviles de la canciller y registran todas las comunicaciones del gobierno alemán. Sin embargo, el gobierno de Merkel siempre ha minimizado los «escándalos».

Esta reacción alemana subida de tono tiene otro tipo de razones, que no están en el espionaje: indica un cambio de rumbo en la política exterior de Alemania. Desde que a finales del año pasado el actual gobierno asumió el poder, el ministro de Relaciones Exteriores Steinmeier, la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen y el presidente Joachim Gauck, están promoviendo lo que eufemísticamente la prensa califica como «un papel más activo de Alemania en el mundo» y, naturalmente, un resurgimiento del militarismo alemán.

El giro en la política ha conducido a un giro en los medios de comunicación alemanes, que han empezado a exigir que el gobierno alemán «ponga fin a su diplomacia dócil hacia Washington».

La evidente expansión del imperialismo alemán sólo puede conducir, inevitablemente, a conflictos de intereses económicos y geopolíticos con Estados Unidos y, finalente, a la ruptura. Es el momento oportuno. Estados Unidos se retira de Irak, lo que supone un debilitamiento de su presencia en todo el Oriente Medio. Alemania quiere tomar el relevo.

Alemania sigue atentamente el enfrentamiento cada vez más abierto de Estados Unidos con China, que es uno de los mercados exteriores más importantes de Alemania, además de un destino decisivo a sus exportaciones de capitales; unas 2.500 empresas alemanas tienen invertidos alrededor de 40.000 millones de euros en China.

El diario Bild Zeitung ha destapado un documento interno del Ministerio del Interior sobre «la preparación de contramedidas». Aparentemente, hasta la fecha, el espionaje alemán tenía órdenes de la cancillería de no espiar a los aliados de Alemania en la OTAN. Sin embargo, a partir de ahora, dice el Bild, el ministro del Interior Thomas de Maizière ha encargado al espionaje alemán la vigilancia de las comunicaciones de Estados Unidos y otros «aliados», como Gran Bretaña y Francia.

La referencia a Francia es pura distracción, una cortina de humo. Dentro y fuera de Europa la alianza entre Alemania y Francia tiene un carácter estratégico.

Pero no se trata sólo de un viraje de las relaciones entre Alemania y Estados Unidos, sino de un acercamiento paralelo a Rusia. Los monopolistas alemanes, los capitanes de la industria, han rechazado expresamente los llamamientos de Estados Unidos para imponer sanciones económicas a Rusia como consecuencia de la situación en Ucrania, hasta el punto de que Alemania se ha tenido que enfrentar a la Unión Europea por este asunto, lo que ha dejado claro que el mantenimiento de la unidad europea es puramente formal y depende de la postura de cada país hacia Estados Unidos.

Eso es más que obvio en lo que respecta a los antiguos países de Europa oriental, especialmente Polonia, cuyas declaraciones son monocordes: mano dura contra Moscú. Lo mismo cabe decir de España. Sin embargo, en otros países de Europa la estela del imperialismo alemán es alargada. A finales de junio, el gobierno austriaco dio en Viena una calurosa bienvenida a Putin por la firma de un acuerdo para la finalización del gasoducto meridional, un proyecto que Estados Unidos está empeñado en sabotear. Italia, que acaba de asumir la presidencia de la UE, Francia y otros países también se oponen a una coalición contra Rusia.

El espionaje ha abierto la caja de Pandora, ha desencadenado un intenso debate que ha desbordado los reducidos círculos en los que este tipo de asuntos se desenvuelven habitualmente. Ya es cosa de la prensa. Bajo el título «La cuestión de la Alianza» la revista Der Spiegel publicó un artículo para analizar si era «conveniente» que Alemania se distanciara de Estados Unidos y comenzara a trabar una relación más estrecha con Rusia.

Para justificar un apoyo de los alemanes al giro en la política internacional del imperialismo alemán, Der Spiegel realiza una encuesta que indica que muchos alemanes se pronuncian a favor de una mayor independencia frente a Estados Unidos y una mejora de la cooperación con Rusia.

También es curiosa la manera que tiene Der Spiegel de justificar dicho giro: en los últimos años, dicen, «han sucedido muchas cosas: la guerra en Irak, Guantánamo, las actuaciones de los drones de la crisis financiera, la NSA y el miedo a Google».

El artículo aboga por un papel geopolítico más activo de Alemania, y añade: «La exigencia de una mayor responsabilidad de Alemania es unánime en el extranjero», y si es grave tomar partido, como con cualquier otra potencia dirigente, siempre hay que «pagar un precio». Naturalmente ese precio consiste en romper amarras con Estados Unidos: «Romper la alianza con Occidente no es una opción», concluye Der Spiegel, pero «Alemania podría hacerse más independiente de Estados Unidos».

Alemania «ha crecido en el curso de los últimos veinte años. No puede ocultarse detrás de otros. Por el contrario, Alemania puede guiar a Europa hacia un papel político independiente». Para Estados Unidos una Alemania así «tal vez no sea un socio fácil, pero al final será más un alivio que una amenaza».

Las crecientes contradicciones entre Alemania y Estados Unidos son consecuencia de la crisis del imperialismo, exacerban las tensiones y conflictos en todo el mundo y conducen a una nueva guerra imperialista.

comentario

  1. examiner.com/article/jim-willie-source-confirms-that-germany-is-ready-to-leave-eu-euro-and-nato

    Jim Willie: Source confirms that Germany is ready to leave EU, Euro, and NATO

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